CAPÍTULO IX: MIRADAS ANÓNIMAS

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Por el camino siento que alguien me observa y noto su mirada clavada en mi espalda. Me paro un par de minutos para observar el alrededor, pero no veo nada sospechoso. Me doy la vuelta para seguir el camino hacia el castillo, pero algo se mueve en un arbusto y me acerco para ver lo que es. Aparto las ramas con las manos, pero nada, seguro que fué el viento lo que lo movió. Supongo que me estoy volviendo paranoica.

Al entrar en el castillo, entro, y cierro la puerta con el pie dando un ligero golpe para que nadie pueda entrar. Rápidamente corro por la alfombra aterciopelada y subo las escaleras para entrar en la biblioteca.

Ally está.

El dichoso cetro que me hace pasar las noches en vela. No voy a volver a tocarlo, no puedo quedarme otra vez inconsciente.

Me dirijo a las estanterías para curiosear un poco, me pregunto qué será lo que contienen los frasquitos. Me acerco uno a la nariz, y huele a jazmín. Recorro la biblioteca en busca de algo interesante, pero nada, solo frascos, libros, y más fotografías.

Pero nada sobre el cetro.

Como no hay nada interesante, salgo de la biblioteca y recorro los largos pasillos del castillo vagabundeando.

No tengo ganas de volver al entrenamiento, así que entro por la primera puerta que alcanzo.

Lo siguiente que veo me deja con la boca abierta.

Unas enorme estanterías de madera de roble ocupan las tres paredes alcanzables del cuarto, conteniendo todo tipo de varitas con colores y tamaños diferentes. Es impresionante, por lo menos habrán cien varitas, ¿Para que usaría mi madre tantas?

Me acerco para observarlas con mayor certeza, pero un pitido molesto interrumpe mis acciones.

Es mi alarma. Ya es hora de volver.

Salgo del cuarto y observo su puerta para memorizarla. Tengo que volver otro día.

Me voy del castillo y corro hacia la casa de Jackson, pero se me hace algo incómodo el trayecto a causa de la sensación de las miradas. Ahora sí que me estoy volviendo paranoica.

Vuelvo a oír a los arbustos moverse, pero no pienso volver a perder el tiempo yendo a ver algo que solo lo produce mi imaginación.

Reviso mi reloj, y veo que se está haciendo tarde. Jackson se pondrá mucho más furioso que antes. Si es posible.

Entro en la sala de entrenamiento, y al ver a Jackson, agito la mano para saludar. Como si con eso pudiera mejorar el ambiente. Frunce tanto las cejas que parece que se pueden tocar entre ellas.

—¿¡Qué son estas horas de llegar?! —me grita.

—Lo siento, me distraje un poco —le explico con tono de disculpa.

—Se me está agotando la paciencia, si quieres ver como entrenan tus amigos, primero tienes que terminar tus lecciones, y tampoco hace falta de que tardes tanto, ¿Qué hay de especial en ver a tres chuchos correr?

—Lo siento.

Suspiro aliviada para mis adentros. Jackson cree que me fuí a ver a los chicos con su entrenamiento.

—Venga, practiquemos el hechizo de ayer —dice cansado.

Volvemos a ir al mismo cuarto que está ocultado tras la pared, y cojo un varita azul de la estantería.

—Hoy probarás con esta caja —me explica poniendo un pequeño cofre plateado en la mesa. —Vamos, rápido.

Me pongo frente la mesa y cierro los ojos, pongo la varita en dirección a él, y pronuncio las palabras correctas. No abro los ojos hasta que escucho un leve tintineo, un pequeño y ligero rayo de luz brillante surge de la varita y rodea al cofre, pero en un abrir y cerrar de ojos, el cofre desaparece, y no queda rastro de él.

Jackson asiente con la cabeza aprobando lo que he hecho.

—Bueno, sigamos con la clase —dice mientras me acompaña a salir del cuarto oculto y nos dirigimos de nuevo hacia la sala de entrenamiento.

Al llegar al centro, me pide que le espere allí, y él se dirige a una estantería a por dos libros: uno pequeño y de pocas páginas, y otro grande y ancho.

A los dos los posa sobre el suelo frente a mi.

—La próxima lección es la levitación, harás que estos libros se muevan y que vuelen por el aire —me explica. —Intenta con el libro pequeño.

Levanto los brazos y espero a las indicaciones de mi profesor.

—Es fácil, solo tienes que extender las manos, concentrar todos tus poderes en ellas e imaginar cómo se moverían en tu cabeza.

Mientras dice las instrucciones, las obedezco intentando no perderme nada, pero cuando intento mover hacia adelante el libro, lo único que consigo hacer es que tiemble. Me quedo mirándolo, esperando a que se mueva, pero nada.

—Vuelve a intentarlo. Y recuerda: concentra tus poderes -me aconseja Jackson.

Vuelvo a intentarlo, y esta vez funciona. Pero no con el propósito que tenía. El libro vuela por los aires y rebota ruidosamente contra la pared.

—Mejor intenta con el libro grande.

Me vuelvo y me pongo en frente del tomo. Hago lo mismo que antes, pero en vez de levitar, salta por los aires y cae en la cabeza de Jackson.

—¡Lo siento! No era mi intención —me disculpo— Ha sido sin querer, ¿Estás bien?

—Estoy bien... —responde con tono molesto, recogiendo el libro del suelo y guardandolo en el estante correspondiente.

—Perdón.

—Tal vez sea mejor que te cojas el resto del día libre -me sugiere.

Me parece que intenta perderme de vista.

—Si así quieres...

—Los chicos terminarán su entrenamiento en dos horas, ¿Necesitas que le pida a alguien que te acompañe hasta el portal? —me pregunta como si fuera una niña pequeña.

—No, creo que me sé el camino.

—Tú misma —responde, y se dirige hacia donde entrenan los lobos.

Salgo de la casa de Jackson y recorro las largas calles deshabitadas del reino. Me imagino cómo será esto cuando me convierta en reina, con niños jugando, corriendo, parejas felices dando paseos en los parques...

Al principio pienso en volver a ir al castillo de mi madre para seguir admirando las varitas, pero recuerdo que la semana que viene tengo un examen muy importante de química, así que me dirijo hacia el portal para poder estudiar en casa.

Antes de cruzarlo, oigo pasos y vuelvo a sentir esa sensación de que me espían. Como seguramente es fruto de mi imaginación, lo ignoro, y entro en el portal.

Reina BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora