CAPÍTULO XXXII: GARRAS Y PELOS

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Veinticuatro. 

He recibido veinticuatro cartas de Jackson pidiéndome que vaya a verle y, cómo no, en ninguna de ellas se muestra amable. Me mata la curiosidad saber porqué me necesita, pero tengo que contenerme. Ya he cometido muchos errores por mera curiosidad. Intentando dejar el tema a un lado, presto atención a la profesora de español. Pero al parecer ni siquiera está dando clase, solo hablando sobre su segundo divorcio. Debería estar prohibido hablar sobre la vida personal de un profesor en horas de clase. Exasperada, desvío la mirada hacia Jace, que está garabateando algo en la esquina de su cuaderno, tan aburrido como los demás. Me fijo en Edward, y la culpabilidad me pesa como ladrillos. Lleva evitándome desde la noche en el bosque; no me habla, no me mira, y si me ve venir por el pasillo da media vuelta fingiendo no haberme visto. Frunzo el ceño al notar que se está estremeciendo y le tiembla todo el cuerpo. Las manos, escondidas bajo la mesa, empiezan a ponerse peludas y gruesas garras aparecen sustituyendo sus dedos. Aprieta los puños en un intento de controlarse pero no puede. Alterado, atrae la atención de Jace girándose hacia él y cuando le pregunta con los ojos qué es lo que le pasa, el chico solo puede enseñarle las zarpas como respuesta. Jace me hace señas con las manos para hacerme saber lo que pasa y le asiento con la cabeza. En alguna otra clase, Edward podría haber pedido permiso para ir al baño y salir de ese aprieto, pero la señora Abril nunca deja salir de la clase hasta que toque la campana, que en este caso es dentro de cuarenta y dos minutos. Sin pensarlo dos veces me pongo en pie. Todos en clase me miran curiosos y esperan a que haga algo, pero me quedo paralizada; ni siquiera he pensado en lo que iba a hacer.

-Señorita Purple, vuelva a sentarse en su silla -me pide con voz autoritaria la profesora.

-Me... ¡Me estoy desmayando! -miento, agarrándome con una mano a la mesa para fingir que necesito apoyo mientras que con la otra me doy aire en la cara agitándola-. Me estoy desmayando -repito.

Con los ojos le hago señas a Edward para que aproveche la oportunidad. Con una velocidad máxima, se levanta y pasa un brazo por debajo de mis rodillas para levantarme.

-La llevaremos a la enfermería -avisa Jace al mismo tiempo corriendo hacia la puerta.

La señora Abril, aturdida, asiente con la cabeza dándonos permiso, y con todas las miradas fijas en nosotros, salimos del aula. En el momento en que la puerta se cierra, bajo de sus brazos de un salto.

-¿Qué te está pasando? -le pregunto alterada, mientras le conducimos al baño de chicos más próximo. Gracias a dios están vacíos.

-No lo sé... No puedo controlarlo -explica observando sus peludas manos.

-Debe de ser por no entrenar, estás perdiendo el control de tus poderes -indica Jace, cerrando con pestillo el baño.

-¿Entonces por qué a ti no te está pasando lo mismo? -le pregunto.

-Porque yo al menos he estado corriendo un par de horas en el jardín trasero -razona.

Con un gruñido Edward se dobla hacia adelante mientras sus hombros se ensanchan más y más, partiendo la gruesa tela de la sudadera. Sus ojos adoptan una forma salvaje y su rostro se vuelve en un hocico blanco. En menos de un segundo un lobo aparece en medio del baño del instituto. Edward gime de fastidio tumbándose en el suelo.

-¿Ahora que hacemos? -pregunto preocupada.

-Voy a tardar en poder volver a mi forma humana -avisa el lobo con su voz ronca. Unos golpes contra la puerta nos hacen dar un salto a todos.

-¡Estamos limpiando! -chilla Jace, haciéndose pasar por el de la limpieza.

Al otro lado un chico suelta una protesta y escuchamos cómo sus pasos se alejan.

Reina BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora