Llevo tres horas enteras aquí sentada, atendiendo a cada movimiento de Jackson. Ethan sigue sin moverse. En el reino brujo la noche ha caído y consigo ver las estrellas a través de la ventana que hay a mi lado. Esto me recuerda mucho a la habitación de mi madre en el hospital y un escalofrío me recorre por todo el cuerpo.
-¿Estás seguro de que esto está funcionando? -le vuelvo a preguntar.
-Lo he hecho mil veces, ahora no empieces a dudar de mis habilidades, después de pasar toda la tarde aquí -murmura, molesto-. Ten paciencia.
De un reflejo, tan pequeño que creo que es mi imaginación, los párpados de Ethan comienzan a abrirse y mueve los dedos de las manos.
-Ethan -lo llamo.
Corro hacia él y me arrodillo en el suelo para estar a su altura. Empieza a levantar la espalda de la cama y dejo escapar el aire que ni me habia dado cuenta de que contenía. Está vivo.
-No te levantes de golpe -le advierte Jackson, agarrándole del hombro.
-¡Aaggh! -protesta de dolor y se lleva las manos a la cabeza.
-¿Estás bien? ¿Qué te duele? -le interrogo preocupada.
-Nada, es la cabeza -contesta.
-Es normal, se te pasará en unas horas -le asegura Jackson, levantándose de su silla para empezar a recogerlo todo.
-Ethan, ¿Te acuerdas de mí? -le pregunto con los ojos llenos de lágrimas, con miedo a la respuesta.
Como contestación me envuelve con sus reconfortantes brazos y cuando acerca sus labios a los míos, los beso como si lo hiciera por primera vez y una alegría enorme inunda mi ser cuando corresponde a mi beso.
-¡Te acuerdas de mí! -exclamo eufórica, con lágrimas de felicidad empapando mis mejillas.
-No es fácil olvidarte -murmura en mi oreja, sonriente, y me vuelve a besar con la misma necesidad que yo.
-Mi casa no es un hotel, ya os podéis ir -interrumpe Jackson, asomándose por la puerta-. Pero antes, tú -me señala-. Tienes algo en deuda conmigo.
Instintivamente Ethan me agarra del brazo y me tira hacia él.
-Tranquilo, ahora vuelvo -le aseguro-. Tú espérame en la puerta.
Sigo a Jackson por el largo pasillo con los nervios a flor de piel. No se me ocurre de lo que quiera hablarme. Me conduce a la habitación oculta y vuelve a colocar todos los frasquitos que ha utilizado para el hechizo, se da la vuelta y me señala una silla, invitándome a tomar asiento. Le obedezco y espero a que comience a hablar. Y espero. Y espero más. Pero nada.
-Pero bueno, ¿No vas a decirme nada? -pregunto, levantando las manos al aire.
-No se por donde empezar... -se queja llevándose las manos a la cara. Sopla un par de veces frío y comienza:- Antes que nada, que sepas que lo que te voy a contar pasó hace muchos años y que actué bajo la furia sin pensar -me advierte, mirándome fijamente a los ojos. Me estoy empezando a asustar-. No eran más que las tres de la madrugada cuando llamaron a mi puerta. Bajé a ver quién era, preocupado, porque a estas horas las visitas no son tan comunes. Y no era ni más ni menos que Stella, ensangrentada, con la ropa hecha trozos y dificultad respiratoria. Esa noche tuve que curarla de un brazo y tres costillas rotas. Y, adivina quién fue: ¡El misterioso exmarido de ella! Cómo no. Le pedí por décima vez que me dejara ayudarla, o que ella misma hiciera algo al respecto. Era la mismísima bruja suprema, su marido aún no había llegado a la coronación de rey después de casarse. ¡Podía hacer lo que quisiera! Pero no, ella estaba tan empeñada en que no podía dejarlo porque necesitaba un rey con el que gobernar. Le aseguré que yo podría gobernar junto a ella, ya trabajaba a su lado así que no sería un gran cambio, y le dije que también podría casarme con ella si le parecía bien, le abrí mi corazón. Se rió. ¡Se rió en mi cara! -grita, llevándose las manos a la cabeza y comenzando a caminar de un lado a otro-. Dijo que no me quería de ese modo y que solo me veía como a un buen amigo. ¡Buen amigo! -repite-. ¿Te puedes creer que me hubiera dicho eso después de todo lo que hice por ella? En fin, -prosigue, tranquilizandose-. El tema es que me enfadé mucho, no solo porque me rechazara, sino que por no haberme hecho caso respecto a su marido. Yo siempre, siempre estuve para ella, siempre curé las heridas que él le hacía y siempre la escuchaba cuando se sentía mal. Aquella noche me sentí tan desdichado, tan rechazado, que pensé: ¿Por qué no hacer que Stella sienta lo mismo? Que sienta cómo la felicidad se le escapa de las manos, lo único que le importa se va. Para ella lo más importante era su reino, y si su reinado se derrumbaba, ella también. La felicidad del reino se resumía en las ceremonias de cambio de estaciones, pero sin cetro, no hay ceremonia. Esa misma noche corrí al palacio, esquivé todo tipo de guardias y seguridad y conseguí entrar en la sala donde estaba el cetro. El cetro solo funciona con la gema suprema, así que solo tuve que hacer un hechizo para que cualquiera que se acercase con la gema al cetro cayera redondo al suelo.
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Reina Bruja
FantasyAbby, una adolescente común de 17 años, descubre que su madre era un bruja suprema, la reina de las brujas, y eso convierte a Abby en la futura reina bruja. Tiene solo tres meses para prepararse y adentrarse en el mundo brujo hasta su coronación, pe...