CAPÍTULO 31

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VAMPIRA

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DIANA AYLEEN

Ajusto la bata a mi cuerpo, estaba tan incomoda con esto y tuve el impulso de bajar los extremos del vestido que me apretaba el trasero, que apenas alcanzaba a cubrir parte de él.

Solo pude respirar profundo para tranquilizar mi corazón y que no saliera corriendo como una cobarde.

Abrí la puerta de su gimnasio personal y la cerré con delicadeza, asegurándola. Escuchaba los golpes duros en el saco de boxeo, y sus suspiros altos. Al sacarme la bata un escalofrío apareció en mi piel, me recordó que no sabía lo que estaba haciendo.

Camine de puntitas, y me asome por una esquina para verla. Vestía un conjunto deportivo espectacular, su abdomen desnudo se contraía con cada puñetazo. Su espalda estaba tensa y mojada por el sudor. Tenía puestos unos audífonos, mientras seguía descargándose con suma concentración contra el saco. Me apoye un segundo en la pared, para recuperarme y equilibrar un par de funciones en mi cerebro que cayeron al verla.

Acomodé mi cabello, y el escote como pude. No espere señal, entre a la boca de la loba sin previo aviso. Al estar a pocos metros de ella, detuvo ese ataque, y golpea su cabeza suavemente contra el saco repetidas veces.

—Tendré que matarlos para que entiendan que Diana no se moverá de mi lado— Se voltea abruptamente, me paralice al instante. Ella se quitó los audífonos sin despegar los ojos de mi cuerpo, y los lanzo lejos, para apuntarme con su dedo índice— Esto es una vil trampa.

Sin embargo, ella no miraba mis ojos precisamente.

—¡No! — gritó, dándose vuelta—No, no, no, super mega infinito no. Vete de aquí, Diana Ayleen.

Reí. Caminé hasta una banca y me senté (quien sabe cómo), cruzando una pierna arriba de la otra.

—Tu eres la maldita imagen de Judas, mujer— se cruzó de brazos, marcando los músculos en ellos.

Sonreí.

—Solo serán dos días, mi amor.

—¿Quieres reunir los pedazos de lo que fue la Alfa suprema cuando vuelvas? Son dos días sin ti, bombón. 

Eso fue suficiente para tener unos pequeños y muy deliciosos espasmos de excitación, intensificando las ganas de correr a sus brazos y entregarme sin compromisos, sin oír el sí que necesitaba. Acaricie mis muslos para llevar su atención, funcionó. Amarillos y dilatados estaban sus ojos, justo como quería.

Esto me estaba afectando más a mí que ella. Se tomó su tiempo, para discutir si se acercaba o salía por la puerta. Evaluaba el peligro con detenimiento, como si de su peor enemiga se tratara. Dio el primer paso, dudosa, a mi direccion.

—Supongamos que te dejo ir, ¿Qué ganaría yo? — Pregunta descaradamente.

Chasqueo la lengua, molesta.

— ¿Un trofeo? No eres mi dueña, Favre.

Con esa risita en sus labios, acorto la distancia entre nosotras. Me agarró de la mandíbula con su mano y me obligo a mirarla.

—Entonces, ¿Por qué vienes a seducirme? — Sonrió, mostrando sus dos colmillos relucientes.

Se inclinó para quedar a mi altura, sin quitar esa mirada amarillenta a causa del celo.

Black Onyx [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora