Black Onyx [1]

CAPÍTULO 10

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RECUERDOS PERDIDOS Y DOS MONSTRUOS A MI LADO.

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DIANA AYLEEN

Sentía unas voces a lo lejos en la oscuridad de mi sueño, voces conocidas y por eso abrí mis ojos lentamente. Vi una silueta moverse a mí lado, eso fue suficiente para quitarme todo el sueño, me senté en la cama con rapidez, exsaltada.

—Tranquila, soy yo — Levante a la mirada para encontrarme con esos ojos dorados llenos de magia.

Solté un suspiro de alivio.

—Lamento si te desperté.

Me talle los ojos, y meneo la cabeza.

— Disculpa aceptada, Alfa — Sonreí.

Liayh se sienta a mi lado en mi cama, yo me acomode para mirarla bien. Me sonríe a mí también, era fascinante poder diferenciar las sonrisas la una de la otra, la de Liayh era pura e inocente mezclada perfectamente con el amor y la adoración que me trasmitía. La de Jessica Favre era todo misterio y dobles intenciones. Cualquier pensaría que sería al revés.

—Luna — Susurra cabizbaja, quería pedirme algo y me da la impresión de que temía de mi reacción.

Sonríe con ternura, y tomé su mano llamado su atención.

—Cuéntame, Liayh. Puedes confiar en mí— Le recordé.

—Y tu puedes confiar en mí — Aprieta mi mano—Cuéntame de tus padres.

—¿Mis padres?

—Si, Luna — Se acerca más a mí—Cuéntame.

Intenté soltarme de su agarré que cada vez era más fuerza.

—Liayh, basta— Le rogué.

—Te soltare cuando me digas quiénes son tus padres.

—Me duele — Ahogue un grito al ver sus uñas enterradas en mi mano, la sangre escurre de mi mano manchando las sábanas blancas de mi cama.

No puedo confiar en ella.

No puedo.

Busqué con mi mano algo con que defenderme de Liayh, entre las sábanas encontré el libro de repostería que leí ayer para quedarme dormida. Sin pensarlo golpeó su cara con el libro, me suelto de su agarré y me levanto de la cama a una velocidad inimaginable.

Intente salir de la habitación, pero había una especie de pared invisible que no me dejaba pasar. Grite al sentir sus brazos rodearme por detrás, evitaba con todas mis fuerzas que volviéramos a la cama como ella quería.

—Solo dame una pista, mi luna —Dice en mi oído.

—¡No!

Tomé la lámpara de mi mesita de noche, y la rompí en su cabeza. Siento su cuerpo caer al piso, y comencé a temblar del miedo.

—Liayh — caí de rodillas junto a ella, su cabeza no paraba de sangre. Tomé sus hombros y empecé a sacudirla para que despertar —Liayh, lo siento

Mi visión se nubló con las lágrimas.

—No te mueras.

Exhalo todo el aire que estaba reteniendo, y de repente siento el calor de las velas.

—Esto no está funcionando —abrí los ojos.—Jamás podría noquear a alguien que mide 2 metros.

—No lo intentas, humana —Espeta Zacharias—Vamos otra vez.