Conquistar al Mundo

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Me levanto como todas las mañanas, me arreglo, una tacita de café y comienzo mi largo día laboral. Una rutina constante la cual sigo al pie de la letra. No es que me guste ni mucho menos, es solo costumbre. Además, me siento cómoda realizándola. No se me es claro cómo comencé a establecer esta rutina, pero sí sé lo que me llevo a ello; la típica relación de varios años. De esas que están llenas de falsas promesas de amor, sueños juntos, y al final, una falda termina por romper toda esa fantasía absurda de "te amaré por siempre." Lo recuerdo claramente. Era un día como cualquier otro; recibo ese mensaje de texto que me hace saborear el amor más puro y sincero existente; laboro todo el día pensando en lo que por la noche le tenía a mi prometido, pues había pasado toda la hora del almuerzo buscando ropa interior sensual en esa tienda famosa en la que Victoria guarda un Secreto. Terminé comprando una realmente atrevida y sensual. Llego a mi apartamento, me doy una ducha y comienzo a preparar una deliciosa cena para mi "amado". Me impregno con mi mejor perfume y me siento a esperarlo con esa fabulosa ropa interior que adornaba mi cuerpo. Pasaron los minutos (pronto llegará), una hora después (debe haber mucho tráfico)... dos horas (cinco mensajes de texto y tres llamadas ignoradas). Cuatro horas más tarde supe que no vendría. Como novia enamorada y preocupada al fin, supuse que algo terrible tuvo que ocurrirle. ¡Cuán equivocada estaba! Decido ir hasta su apartamento y en cuanto abro la puerta con la llave que tengo de este, descubro que mi prometido tiene una rubia clavada en donde incontables de veces él y yo hicimos el amor: en el sofá. Ganas no me faltaron de romperle la cara a los dos, pero, ya sea por dignidad o resignación, no hice nada y simplemente me fui humillada, decepcionada y traicionada. Lo que vino a continuación fue la peor parte; tu novio, tu amante, amigo y prometido, al cual le entregaste absolutamente todo de ti por ocho años, sencillamente desapareció. Ni siquiera vino a buscar su ropa, la cual había sacado del armario el mismo día de la traición. Además, cambió su número... Ni una sola carta. Pasaron los días y la confusión siguió instalada en mi ser. Me cuestioné muchas veces qué carajos hice mal; pensaba que todo iba de maravilla, incluso en el sexo. Lo teníamos todo, no había necesidad de buscar en otra lo que yo le daba.

Luego de varios días de cientos de lágrimas derramadas y de peleas con la almohada, me di cuenta que no había vuelta atrás. De modo que procedo a borrar el álbum que contaba una falsa historia de amor de mi celular. Lloré. Quité de mi página personal de la red social que tenía una relación. Lloré otra vez. Recibo mensajes de consuelo y comprensión. De nuevo lloro. Luego de semanas, me levanto con ganas de salir y de comenzar de nuevo, y así lo hice. Fui al trabajo animada, compartí con mis empleados y de nuevo empecé ir al gimnasio. Creo que ya sé cómo comencé mi rutina. Desde entonces solo hago lo mismo; trabajo, gimnasio, casa, trabajo, gimnasio, casa...

Hoy me siento distinta. Como que animada a hacer cambios. Estoy cansada de lo mismo... de mi rutina absurda. Soy joven y tengo un trabajo que me permite tener una vida llena de comodidades. Voy conduciendo por la avenida y mientras espero el cambio de luz, veo un salón de belleza. De repente algo en mí comienza a inundarme. Pienso en todos estos meses de soledad, en mi encierro y la vida aburrida que llevo. Me miro en el espejo del auto y noto que mis ojos ya no brillan, mi pelo es un auténtico desastre, mi manicura no es la mejor que digamos... Sí, toda yo expide descuido. No fue hasta hoy que me di cuenta de que no vale la pena seguir así. Necesito un cambio y es ahora. Procedo a llamar a mi secretaria para informar que no llegaré a la oficina y que posponga todas mis citas. Doy la vuelta en el solo y me estaciono frente al salón. Vacilo un poco, ¿realmente quiero esto? Me digo a mi misma que no es tiempo de echarse para atrás. Entro sin titubear y una mujer morena de facciones profundas me recibe con una gran sonrisa. Me siento en la silla luego de que tomara mis datos. Es algo estúpido el que un cambio de imagen me ponga tan nerviosa. La verdad, no quiero llamar mucho la atención ni tampoco quiero rozar la ridiculez con mi nueva imagen. La estilista me pregunta qué quiero hacerme en el cabello. ¡No sé qué hacer con mi vida, menos voy a saber qué hacer con mi cabello!, pienso para mis adentros. En estos momentos mi pelo luce un color marrón sin nada de gracia, me llega hasta un poco después de media espalda y no tiene forma definida. Me limito a decirle a la morena que quiero conquistar el mundo. ―Haz llegado al lugar correcto― fue su respuesta.

La estilista comienza su trabajo y no me permite ver nada mientras utiliza las tijeras y otros empleados me pintan las uñas de manos y pies.

Ya han pasado como tres horas desde que comenzaron a transformarme. Al cabo de tres minutos más, la morena gira la silla. Me observo en el espejo y definitivamente la estilista no solo lleva ese título, sino también el de artista. La mujer que se observa a sí misma en su reflejo, ósea yo, es otra. Ya no tengo el pelo oscuro, ahora luce reflejos dorados combinados con un color marrón claro. Miro mis manos y mis uñas están perfectas. Me siento diferente, capaz de... conquistar el mundo. Le doy las gracias por el excelente trabajo a la creadora de mi nueva imagen y me retiro. ¿Y ahora qué sigue? Ropa. Sí, tengo que cambiar mi armario. Voy en dirección hacia mi tienda de ropa favorita. Una vez dentro, mis ojos enloquecen al ver tanta ropa. Solicito la asistencia de una empleada y esta muy amablemente me ayuda en esta difícil travesía. Encuentro un sinnúmero de prendas de ropa y me dirijo hacia el probador. No sé cómo, pero al mirar un segundo hacia atrás y volver la cabeza hacia al frente, tropiezo con otra mujer que también lleva consigo mucha ropa.

―Disculpe, dama. ― dice con un dulce tono de voz.

―No te preocupes― fue mi respuesta.

Nuestras miradas se cruzan por unos segundos y algo en ella me produce una sensación que no puedo precisar con palabras. Sus ojos son verdes como el prado en primavera. Reflejan intensidad, vivacidad, seguridad... Recogemos la ropa tirada en el suelo y seguimos nuestros caminos.

Al llegar a mi apartamento, me doy una ducha. Acabo de llegar del gimnasio; creo que esta parte de mi rutina no podré cambiarla ni omitirla, pues mi cuerpo me exige ejercitación. Nada puedo hacer contra ello. Me gusta estar activa físicamente y mantenerme en forma, pues... Preparo la cena y me quedo observando mi alrededor. Estoy con mi amiga Soledad, otra vez. ¿Hasta cuándo podría soportar este silencio que me consume? Quisiera ir a una discoteca, pero recuerdo que desde mi ruptura corté la comunicación con mi círculo social. No es como si pudiera llamarlos, luego de haberlos arrancado y apartado por meses y decirles: "Hola, ¿cómo están?... vámonos de juerga." Además, a varios mandé al carajo recién terminada mi relación. No, yo no tengo amigos verdaderos. Tras que se me hace difícil confiar, soy pésima reteniendo amistades. Solo hay una excepción y se llama Ryan José Rodríguez, pero ahora mismo está muy lejos. Luego de observar el techo por cinco minutos más, decido ver una película y luego me iré a dormir. Me acostaré temprano porque mañana será un largo día laboral; necesito una asistente personal y las entrevistas comenzarán a partir de las nueve de la mañana.

Estoy en mi cuarto viendo Tres Metros Sobre el Cielo. ¡Qué película para hacerme llorar! No tengo sueño y no sé si es porque acabo de ver el trasero de Mario Casas mientras hacia el amor con la protagonista del largometraje, pero lo cierto es que se han desatado pensamientos atrevidos y obscenos en mi cabeza. Puede ser que también sea por el hecho de que ya llevo un año sin tener algún tipo de contacto sexual con nadie, ni siquiera conmigo misma. Hoy, la última idea se me hace tentadora. Algo en mí me inquieta. Miro mis senos que ahora mismo carecen de sostén y pienso en la última vez que estuve con alguien. Trato de no recordar todo lo que mi ex me hizo, pero mis pensamientos se dirigen hacia el día de la traición. Así que descarto la posibilidad de masturbarme a su nombre. Aunque puedo recordar las sensaciones que experimentaba... puedo evocar a esas caricias que me hacían encender. Puedo... Casi sin darme cuenta comienzo a acariciar mis senos y mis areolas están endureciendo. Mi vagina experimenta un cosquilleo; necesito acariciarla. Mi dedo índice se coloca en mi punto G. Oh, Dios, ya casi había olvidado cómo se sentía. No puedo parar... Cierro los ojos y comienzo a mover mi dedo en forma circular. Se siente bien... quiero gritar, brincar, morder...quiero hacer miles de cosas que me provoquen solamente placer sexual. Ahora introduzco mi dedo de manera rápida y salvaje. Un dedo, dos dedos, tres dedos... cielos, me gusta tanto, Recuerdo que con la frotación uno llega al orgasmo de manera rápida y gloriosa. Me coloco al borde de la cama y comienzo a mover y a frotar mi clítoris en el borde. Ya no puedo más. Sí, estoy a punto de llegar, ya las gotas de sudor comienzan a bajar... Quiero más y más... ¡Qué el éxtasis sea eterno! Ya viene el primero... dos... tres... cuatro. Mi corazón está a mil por hora. Una vez este se estabiliza me tiro encima de la cama. Comienzo a llorar y un grito se ahoga en mi almohada. Soy una estúpida. Patética. Idiota...

Sola, completamente sola...


Los mandamientos de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora