Capítulo Veinte: 10 Razones para Amar a Nathan

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ALEJANDRA

—¡Maldita zorra!— Grito mientras tiro un vaso de jugo que me acababa de servir contra la pared.

Mi vida se ha jodido. ¿Qué voy a hacer sin Nathan? Todo iba bien antes de que esa llegara. (Suspiro) Juro que amo a Jonathan más que a mi propia vida; lo hago desde el momento en el que comencé a trabajar con él. ¿Cómo no? Si él es perfecto, guapo, inteligente, buen amante y millonario. Al principio pensaba que era simple atracción, pero al cabo de unos meses supe que era amor. Amor de verdad. Mi sueño siempre había sido caminar de su mano a cualquier lugar y también me imaginaba caminando vestida de blanco hacia el altar. Cuando aquella noche me besó yo no lo podía creer. Yo realmente no estaba coqueteando con él, no, yo de verdad quería ayudarlo para que superara a la zorra. Su dolor me dolía, y yo solo estaba ahí incondicionalmente, como siempre, dejando atrás el amor que sentía... Hasta que me besó. Todo fue mágico. El sueño se realizó casi por completo cuando me pidió matrimonio; fui la mujer más feliz del mundo y al fin iba a estar de blanco.

Yo sabía que no la había superado del todo, pero estaba segura de que ella no volvería. Equivocada estaba pues lo hizo. Desde ese día mi sueño se tornó una gran y maldita pesadilla. No quiero perderlo... Ella no puede robármelo. Necesito hacer algo que lo impida.

He tratado de dar con el "novio" de ella, pero no tengo idea de cómo se llama. Sé cómo es físicamente porque lo vi salir del apartamento de Micawell hace bastante días; estaba hecho una furia y llevaba una maleta de viaje. Lo seguí y lo iba a detener, pero al parecer su vuelo estaba a punto de despegar porque iba como alma que lleva el diablo. Quise saber qué había pasado para que él se fuera, pero no me dio tiempo de alcanzarlo. Deseo averiguar si el sabe toda la verdad; ruego para que no la sepa. Conociendo a la puta esa, de seguro no se lo dijo. Jah, que si no la conozco; sé cómo funciona la maldita perra.

Llevo horas haciendo nada en específico. Tengo que ver las cuentas del negocio, pero mis ánimos están por el piso. Extraño tanto a mi hombre... Sí, todavía lo es... Decido encender la computadora y navegar entre vestidos de novias, decoraciones... Comienzo a llorar. La fecha pautada para nuestra boda sería dentro de un mes. ¡Maldita seas Kayla Micawell!

Ahora navego por mi perfil de Facebook. Odio ver las fotos de mis amigas con sus respectivos esposos viajando a muchos sitios. Se ven llenos de felicidad, cosa que yo no tengo porque una puta me la quitó. Continúo en el muro de noticias y me fijo en una publicación de un amigo; es un enlace de una revista llamada Mundo Magazine. Entro al artículo y realmente es una mierda; trata de las consecuencias de inhalar sales de baño. Termino de leer porque no me gusta dejar las cosas a medias. Al concluir, me llama la atención un enlace que titula "Conozca más de nuestra revista." No sé porqué, pero entro ahí. Una vez lo hago, abro los ojos muy grandes. ¡Puta Madre! ¡Este es el novio de Micawell! "Conozca a nuestro director Fernando Romero..." Seguido de una biografía de él, en realidad ni me importa.

Así que el noviecito de la zorra es dueño de una revista. Río como loca; el destino está a mi favor. ¡Vaya manera de dar con el susodicho! Tanto tiempo buscándolo. Sigo leyendo y está el email de la compañía y el de la editorial, y un número de teléfono. ¡Bingo! Llamaré y preguntaré por el correo o extensión del tipo.

Así lo hice. Me enviaron al cuadro y marqué el número 3. Este transfería la llamada a la oficina del director.

Presidencia Mundo Magazine, ¿en qué os puedo ayudaos?

Hola, me llamo Badi. Mire, es que quedé de enviarle un artículo al dueño de la revista. Según me contó, él está en busca de un buen columnista. Hace días me lo encontré en la cafetería, y le conté que yo escribía y me dijo que le enviara algún escrito por correo electrónico para evaluarlo, pero he perdido su dirección de correo electrónico, ¿podría dármelo?

Los mandamientos de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora