Capítulo Diecinueve: Alma echa Pedazos

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JOSÉ

Las nubes grises se arremolinan arriba de mi cabeza; va a llover. Miro de nuevo hacia la dirección en la que sus familiares más cercanos se encuentran; espero que se vayan antes de que las gotas comiencen a descender. Quiero estar frente a su tumba; quiero ver con mis propios ojos su nombre en la placa... Quiero saber si esto es real...

Veo cómo su mejor amiga se despide de Bernabé, y se va junto al gran empresario Agosto. Unos cuántos minutos más y veo a sus papás junto a su hermano marcharse. ¡Al fin! Llevo detrás de este árbol desde que el sacerdote comenzó a hablar. Doy unos cuantos pasos hasta llegar frente a su tumba... Ver su nombre escrito es lo más triste que me ha pasado en la vida. Ryan Rodríguez Concepción... Ryan... Mi Ryan.

—¿Por qué te fuiste? Maldita perra, te fuiste y ni siquiera te dije cuánto te amaba. Sé que si me llegas a estar escuchando ahora te hubieses burlado; tú nunca quisiste llevar lo nuestro a otro nivel y nunca se te dio lo de romántico. Eras un fucking puto maricón...—. En mis labios se dibuja una pequeña sonrisa— Enserio eras una perra, pero de las buenas, eh. Dios, estoy volviéndome loco ¿estoy hablando contigo y tú estás en una tumba?— Paso mi mano por su nombre impreso y añado—: Bebé, solo quiero decir lo que no te dije... Claro que es demasiado tarde. Nada de lo que te diga te traerá de vuelta...

El nudo en mi garganta se soltó y lágrimas descienden por mis mejillas. ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste?

—¿Recuerdas cómo nos conocimos? Claro que sí... Algo así no se olvida tan fácil...

Miro hacia el horizonte tratando de encontrar paz en mi interior. Hace una semana le confesé a la que era mi novia que soy homosexual. Ella no se volvió histérica, no me gritó ni me insultó; solo se quedó quieta, lloró y me pidió que me fuera. Hubiera preferido mil veces que me gritara e insultara. Hubiera sido eso más fácil de soportar y no el hecho de que horas después intentara suicidarse. Carajo, ¿por qué fui tan imbécil y no me aclaré mi orientación sexual antes de dañar un alma tan buena como ella? Sabía que era frágil, que tarde o temprano la lastimaría... Yo y mis estúpidas ideas de que esto con el tiempo se curaría. ¡Ptff como si la homosexualidad fuera una enfermedad! Jamás imaginé lo mucho que Kattia me amaba, no hasta hace una semana, pero yo no puedo seguir con ella si no la quiero, no al menos como ella se merece. No podía seguir e ignorar el hecho de que me gustan los hombres. Hablé con ella en el hospital; no me quiere perdonar... Todo esto me duele, mucho más de lo que ella se imagina. ¡Claro que me afecta, si le tengo cariño! ¡Si por mi culpa ingirió todas esas pastillas! ¿Cómo no sentirme como una mierda si todo es mi culpa? Maldición.

Sumergido en mis pensamientos y sentado en el banco que está frente a una hermosa vista, veo a un hombre con una cámara en la mano y este me observa con detenimiento. ¿Qué le pasa a este cabrón? De momento, él se está acercando. Pongo cara de extrañado, ¿qué quiere? Mientras da pasos hacia mi dirección no puedo evitar admirar su belleza. Realmente es guapo. Lleva unos jeans oscuros ajustados y una polo azul celeste. Su pelo luce alborotado, el cual, deduzco fue revuelto por el viento que azota en este lugar. Admito que eso es sensual. Su cara parece esculpida por los mismos dioses griegos. Lleva una barba insípida creciendo en su cara, pero para nada lo hace lucir descuidado. Su boca tiene una forma perfecta y sus labios tienen un leve tono rosado. Me pregunto qué... Aparto los pensamientos porque estos van hacia la dirección incorrecta.

Hola...— me dice y su voz parece perteneciente a un mismísimo ángel.

Eh... ¿hola? ¿Qué quieres?— Le pregunto en un tono un tanto subido de nivel y cargado de ¿coraje? ¿Tal vez?

Tranquilo amigo, yo solo... no pude evitar notar que algo te aflige. Y tu mirada perdida en la nada; me gusta cómo se ve eso.

—¿Qué? ¿Te burlas de mí? ¿Te gusta mi dolor?

Los mandamientos de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora