KAYLA
La gente en este lugar te aturde y te vuelve más loca de lo que ya estás. Hay unas personas que repiten lo mismo y lo mismo. Otras dicen que el FBI se los llevará, o que los extraterrestres lo secuestrarán. Esto es una locura, literalmente. Luego estoy yo, Kayla Micawell, la mujer que no pude lidiar con tanto evento trágico en su miserable vida y decidió inventarse una fantasía en su cabeza. De a poco voy progresando; ya va una semana en la que he estado consciente de dónde estoy y porqué llegué a este lugar. Sin embargo, hay enormes lagunas en mi cabeza. ¿Qué pasó luego de que le disparan a Nathan? Cuando llego a este punto mi mente se queda en blanco. Maldita sea.Decido no seguir rompiéndome la cabeza con ello. Ya he notado que si me esfuerzo demasiado, mi cerebro se bloquea y vuelvo a la fantasía en mi cabeza. Mi cerebro no quiere enfrentar la verdad de ninguna manera. De solo pensar en Nathan muerto, mi corazón se aflige y me ataca la ansiedad. Pienso en todo lo que me trajo hasta aquí y no puedo creer toda la maldad a mi alrededor.
¿En serio maté a Alejandra?
Decido ir a la habitación que se me fue asignada en este centro psiquiátrico para leer un buen libro. Eso es lo que hago para introducirme a una fantasía inventada por alguien más y no por mi cabeza.
Luego de leer unos cuantos capítulos de Las Travesuras de la Niña Mala, de Vargas Llosa, me aburro; y no es porque el libro sea aburrido, es que ahora me apetece hablar con alguien —alguien cuerdo y que me entienda—. Observo la cámara de vigilancia ubicada en el techo.
— Señor Lúgaro, ¿está ahí? ¿Podríamos hablar?— Pregunto mirando hacia la cámara.
Las puertas se abren una vez más luego de uno largos minutos de espera.
—¿Está lista para soltar lo que lleva dentro?
— Recuerdo muchas cosas... De hecho, la mayoría de ellas, solo que cuando llego a la parte de haber golpeado a Alejandra, justo ahí mi mente se pone en blanco.
— Bien, ya es tiempo de enfrentarlo. Vamos a mi oficina y dejemos esta habitación.
Camino detrás de mi psiquiatra hasta llegar a una oficina bastante espaciosa. Creo que el doctor Lúgaro tiene cierta fascinación por los elefantes; cuadros, figuras, pinturas y fotografías de ese animal decoran la habitación. Al parecer viajó a África, pues encima de su escritorio hay una foto de él y, entiendo yo, de su esposa, encima de un gran elefante.
—¿Sabe doctor? Yo iba para África como parte de mi trabajo en la revista del que era mi novio... Pero no pude ir porque mi mejor— siento una opresión en el pecho—... amigo enfermó y...
Él asiente.
—¿Recuerdas muchas cosas entonces?
— Sí...
—¿Y siempre te quedas en la parte de tu boda?
— Correcto.
— Como psiquiatra no quiero darte datos de ese día, pues quiero que tu cerebro lo recuerde por sí solo.
— Pero es que no puedo, doctor.
— Sí que puedes. Toda esa información la tienes en tu cabeza suprimida.
— Lo sé... Dios, esto es frustrante.
— Claro que debe serlo, pero hemos avanzado muchísimo en tu recuperación. Ya no alucinas, sabes qué es lo que ocurre y cuál es tu situación.
— Usted me ha ayudado mucho.
— Ese es mi trabajo y mi mayor deseo es que puedas recuperarte por completo. Hay heridas y cicatrices emocionales muy profundas, pero con la ayuda adecuada podrás vivir tranquilamente.
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Los mandamientos de Nathan
RomanceTodo estaba estrictamente controlado; su vida, su placer, sus emociones, sus relaciones... Su corazón era intocable. Sus mandamientos lograban que esa coraza alrededor de su corazón nunca se rompiera. Lo más importante; lo mantenían alejado de ese...