"Ni tú ni yo, lo podemos controlar"

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A las seis en punto, Ryan ya me está esperando en Olas. Es un gay muy guapo. Ryan es del tipo de hombre que las mujeres lo ven y dicen: "Que desperdicio." "Que venga para acá para que vea como le quito las mariconerías" "Que lástima que es gay." Cosas así. Hoy lleva puesto un vaquero azul, medio gastado en algunas áreas y una camisa con cuello de V negra, la cual le hace revelar el tatuaje de tribal que tiene en el brazo. Lleva un recorte muy sensual, al estilo Ricky Martin. Tiene esa sonrisa tan encantadora, de esas que logran conquistar a todo hombre...y mujer. Es tan lindo mi amigo que yo creo que hasta los hombres heterosexuales dudan de su sexualidad cuando lo ven. Mentira, estoy exagerando. No hace más que verme y me rodea en sus brazos, me levanta y me da vueltas. Para complementar huele delicioso, como siempre. Es tan rico abrazarlo después de tanto tiempo. Sentir esos mismos brazos que me rodearon tantas veces para consolarme, calmarme, animarme o para celebrar cualquier cosa. No puedo evitar que se me agüen los ojos. Mi amigo, mi confidente y mi compañero de vida.

― Dios, Kayla estás buenísima. ¿Qué te has hecho? Sin ofender, la última vez que te vi por Skype estabas hecha una mierda.

Oh cómo adoro su sinceridad.

― Algunos toques. Me cambié el color de pelo y me lo corté.

― Vaya, vas a tener que darme el número de ese salón para que me dejen así de fabulosa. Pero yo creo que te están dando algo más para que te veas así de viva― su tono es sugestivo.

Hace un gesto con sus manos: con su mano izquierda hace un círculo con el dedo índice y el pulgar y con la derecha introduce el índice en el círculo de dedos. Ruedo los ojos antes de reír.

― Deja eso― le doy un leve empujón― Tú también te ves bien, como siempre.

― Mentira del diablo.

― No es mentira, si no fueras gay, te llevaría― le digo divertida

― Gracias a Dios que lo soy, canto de asfixiada.

― Zángano.

― Ven que tienes mucho que contarme, nena.

―Primero pidamos un par de margaritas.

― Me encantan tus inicios.

Comienzo a contarle sobre Jonathan, lo de las rosas, los guardias de seguridad. Al principio se lo tomó a vacilón, pero ahora presta mucha atención, no dice nada hasta que yo termino el relato.

― Dios, Kayla ¿y no tienes una foto de él? Estás describiendo el hombre de mis sueños. Así que me haga el sexo en todos lados. No te juzgo por estar tan abrumada y confundida. Es un poco raro, pero está muy interesado por ti.

― ¿Eso crees?― pregunto un tanto inquieta

― Claro nena. Si no le gustaras mucho, ¿por qué se tomaría la molestia de escribirte una carta a puño y letra solo para darte su número? Aunque no puedo decirte a ciencia cierta si es solo sexo o algo más.

― No sabes lo frustrante que es tener un día a un hombre tierno y al otro un cabrón egocéntrico.

― Te entiendo, pero tienes que dejar que las cosas fluyan, pero pon las reglas tú. Que no te controle.

― Él me desarma, pierdo el control... Él me encanta, pero es un misterio. Prácticamente no le conozco, pero todo mi ser vibra por él. Mis partes reclaman que le pertenezco. Invade mi mente todo el tiempo...

― ¡Kayla! ¿Desde cuándo te volviste babosa? Oh, esto es serio. Ese hombre te ha trastocado. No me hablabas así de Saúl.

― No te rías― le digo nerviosa

Los mandamientos de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora