NATHAN
Sé que para Kayla estos días han sido los peores de su vida. No puedo imaginar todo lo que siente ahora mismo. Ella me dice que me aleje, pero no lo haré. La última vez que lo hice... Nunca debí irme de su apartamento. No puedo evitar tener el sentimiento de culpa. Si no hubiese sido un cobarde, aquella noche le hubiera dicho la verdad. Si lo hubiese hecho, ella nunca habría pensado que le mentía, que la estaba traicionando. En parte lo hice, porque cuando uno empieza una relación sentimental con alguien debe hacerle entrar en su pasado. Dios, es que nunca he contado eso que pasó tanto tiempo atrás. Siempre por mi culpa las mujeres que más amo le pasan cosas horribles. ¡Por cobarde! No quiero recordar ese día.
El sonido que indica que están tocando la puerta de mi oficina, interrumpe mis pensamientos.
― ¿Si?
― Señor, Ryan Rodríguez, solicita hablar con usted― informa mi asistente.
― Hágalo pasar.
En menos de treinta segundos Ryan está dentro. Tiene una actitud como preocupado. Inmediatamente pienso en Kayla.
― ¿Qué pasa Ryan? ¿Kayla...?
― Está bien... Ella está bien― interrumpe antes de terminar la pregunta
― Entonces, ¿qué pasa?― cuestiono con un incómodo mal presentimiento
― Tengo una carta de ella para ti. Toma las cosas con calma, Nathan.
Me entrega la carta y se retira. No intento detenerlo porque toda mi atención está en la carta. Por alguna razón tenígo miedo de lo que puede contener esta. La abro de inmediato.
"Mi Querido Nathan:
Lamento utilizar este medio para decirte lo que estoy a punto de expresarte, pero no tuve el valor de decírtelo de frente. Si lo hacía cabía la posibilidad de dudar en cuanto tu mirada sostuviera la mía; no hace falta recordarte todo lo que esta provoca en mí...Sin rodeos: me marcho. Sí, me marcho de tu vida, del país y me marcho de mí misma. Marcharse es sumamente difícil, hasta que lo haces; una vez tomas la decisión, es lo más sencillo del mundo, leí una vez. Y en efecto así es... No es justo que me quieras; quererme a mí duele mucho. Quererme a mí implica querer algo incompleto, algo inservible. Quererme nos hace daño a los dos, yo por quererte a medias y tú por querer partes rotas de mi alma dañada... ¿Cómo continuar contigo si no puedo mirar si quiera esos ojos que me cautivaron por primera vez aquella noche? Simplemente no puedo. No puedo siquiera abrazarte sin que me duela, mirarte sin sentirme culpable, tenerte a mi lado sin recordar lo estúpida que fui. No creo que te merezcas que te quieran así. Mereces a alguien que te mire con amor y no con remordimiento. Alguien que te bese con pasión y no con miedo... Necesitas a alguien que se haya encontrado consigo mismo y no que esté perdido en sí mismo... Si este hecho es doloroso para mí, imagínate lo que sería para ti...
Cuando anoche te fuiste de mi apartamento, procuré despedirme de tus ojos, de tus brazos, de tu olor. Te abracé tan fuerte; era una despedida definitiva. Una vez leí por casualidad que los amores verdaderos suelen ser casi siempre los más breves. Nuestra historia fue corta, pero lo suficientemente intensa como para recordarla para toda la vida y eso me hace feliz. Vivir con tu recuerdo será una dicha... A partir de hoy dejo muchas cosas atrás, incluyéndote. Necesito un nuevo comenzar, un nuevo respirar. Necesito encontrarme conmigo misma. Espero que lo puedas entender. Esto es un adiós, mi querido Jonathan. Perdóname.
Te quiere;
Kayla Micawell"
Termino de leer la carta y un pedazo de mi alma se ha roto. Por primera vez en mucho tiempo, lloro. Lloro como un niño pequeño. Releo la carta una vez más. No, yo no puedo perderla. No puedo dejar que se vaya así como si nada. Me incorporo de un solo golpe de la silla de mi escritorio. Corro a toda prisa hacia mi vehículo y me monto en este. Manejo a todo escape, zigzagueando, rebasando a los demás carros y comiéndome todas las luces rojas. Tengo que impedir que se vaya; nuestra historia no puede terminar así. Llego hasta su apartamento. No tomo el ascensor, pues no quiero esperar. Así que corro como nunca lo había hecho en mi vida. Tengo la boca seca y transpiro como un cerdo. Llego hasta la puerta y Ricardo está saliendo por esta.
― ¿Dónde está? ¿Dónde está Kayla?
― Lo siento, Nathan... Ella acaba de irse.
― ¿Hace cuánto?
― Acaba de tomar el ascensor. Si se apura puede que la encuentre en el vestíbulo.
Salgo corriendo como si mi vida dependiera de ello escaleras abajo. Llego al lobby y no la veo por ningún lado. De repente, veo su silueta a punto de adentrarse a su vehículo frente al edificio.
― ¡Kayla! ¡Kayla!― grito a todo pulmón.
Ella se voltea y me mira por un segundo. Salgo en su dirección y a medio camino unos brazos me detienen. Trato de safarme de los brazos de Ryan inútilmente. Miro a Kayla y claramente puedo leer en sus labios las palabras "Lo siento" y seguido arranca a toda velocidad su carro.
― ¡Suéltame!― le grito a Ryan fuera de mí.
― Nathan, ¡Nathan! ¡Mírame!
Lo fulmino con la mirada.
― ¡No quiero perderla! Ella no me puede abandonar. ¡No!
― Escúchame, es mejor así. Debes dejarla ir... Deja que se encuentre con ella misma.
― La quiero, maldita sea... ¡La quiero!
― No sé si es una buena decisión, pero es lo que ella quiere. Debes respetar su decisión, así como yo lo hice.
―No, no... ¡NO! ¡¿Por qué?!―mi voz sale ahogada
De mis ojos salen lágrimas de frustración. Agarro mi cabeza con desesperación.
― ¿A qué hora sale su vuelo? Debo buscarla.
― No lo sé y si lo supiera no te lo diría. Déjala ir... dale espacio.
Lo miro a los ojos y puedo notar que la partida de ella también le duele a él. Su mirada también está llena de súplica. Rendido y agotado me resigno a la idea de aceptar su decisión. Luego de que Ryan me ofreciera ir por un par de tragos y de haber rechazado su oferta, decido subir por el asensor hasta la puerta del apartamento de Kayla. A lo mejor es una idea estúpida; no sé qué voy a hacer yo parado frente a su apartamento, pero siento la necesidad de hacerlo. Llego e inmediatamente noto que la puerta está medio abierta. Miro para todos lados. ¿Será que a Ricardo se le olvidó cerrarla? No lo sé, pero sin pensarlo mucho entro sin permiso. Observo el lugar que fue testigo de una historia que se quedó a medias. Me percato que ella dejó todo intacto, sin mover ni llevarse ningún mueble consigo. Sigo divagando por el apartamento hasta llegar a la habitación de Kayla. La misma que fue como una especie de refugio para los dos. Me acuesto en la cama y pienso en las veces que ella y yo estuvimos aquí juntos; muchas veces consumiéndonos en un fuego intenso y otras muchas viendo series o como en los últimos malditos días... Ella ausente y yo junto a ella tratando de que olvidara todo... Nunca amanecimos juntos, pero sí pasamos horas muertas aquí. Acerco su almohada a mis fosas nasales y aspiro su olor. Huele a ella... a ese perfume natural que expide su cuerpo y cabello. Un dolor invade mi pecho. No me imagino la vida sin ella, sin su boca... sin ese cuerpo que solo yo podía hacer vibrar... Miro hacia un lado y diviso unas hojas de papel en blanco y un lápiz encima de la mesa de noche. Tomo el lápiz en mis manos... Supongo que con este mismo ella escribió esas palabras tan ágrias y dolorosas para mí; las que quebraron mi alma. Miro la hoja en blanco y decido escribir en ella.
"En blanco... así me dejaste, en la nada. Mi vida está en blanco, pues tú te fuiste y te lo llevaste todo... ̶ J"
Doblo el papel y lo coloco dentro de la mesa de noche. Luego de varios minutos abrazando su almohada, me levanto y salgo del apartamento. Una vez se cierra la puerta un rayo de luz inunda mi ser; a lo mejor cuando pasen estos días, ella vuelva... vuelva a mí. Agarrarme de ello es lo único que me mantendrá vivo. Es de idiotas aferrarse a una esperanza como esa, pero si existe esa pequeña posibilidad, entonces me convertiré en un idiota... Un idiota que esperará a la mujer que lo liberó de sus reglas.
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Los mandamientos de Nathan
RomanceTodo estaba estrictamente controlado; su vida, su placer, sus emociones, sus relaciones... Su corazón era intocable. Sus mandamientos lograban que esa coraza alrededor de su corazón nunca se rompiera. Lo más importante; lo mantenían alejado de ese...