Los Diez Mandamientos de Nathan

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Jonathan me mira fijo a los ojos y con la mayor determinación se dirije hacia mí.

― Antes de que empiece el verdadero juego, tenemos que hablar de ciertos detalles.

― ¿Cómo cuáles?

― Lo hablaremos en cuánto lleguemos.

¿Qué será? La intriga me está matando. Incluso más que el deseo feroz que siento hacia él. Si bien había tenido un intenso orgasmo encima de Nathan, es un hecho que lo quiero dentro. Sentirlo invadiendo cada parte de mí, llenándome con su poderoso, enorme y hermoso miembro... Han pasado unos treinta minutos desde que Jonathan arrancó el coche. Vaya, he perdido el toque; todas las señales llevaban a una sola cosa. Él no sentía algo especial y no deseaba enamorarme. Solo algo carnal. ¿Podré de verdad con esto? Tengo que preparar mi mente para que lo entienda y a mi corazón para que no sucumbe a sus encantos. Sexo, sexo, sexo, repito una y otra vez en mi mente. Mis pensamientos se interrumpieron cuando llegamos frente a una casa blanca. Es realmente hermosa, grande y lujosa. Tiene un cristal que revela una escalera, que de seguro lleva hasta la segunda planta. El diseño es muy moderno. La obra arquitectónica no está sola, a lo largo de la calle hay cinco más, pero todas tienen un espacio muy marcado entre sí. Espacio suficiente para la privacidad. Hay una verja de madera a unos veinte pies de distancia al otro extremo de la calle que pone límite entre el complejo de casas que se extienden por la calle y una hermosa vista hacia las montañas. ¿Por qué me habrá traído a este lugar?

― ¿Tu hogar?- le pregunté.

― No exactamente.

Kayla, no te va a llevar a su hogar cuando tú solo serás su máquina fornicadora. Idiota. Como que te tienes que aprender las reglas del juego. A veces mi subconciente es una imbécil, pero vaya que es precisa y muchas veces tiene razón. Me abre la puerta del auto y me toma de la mano para ayudarme a bajar. Maldición, parece que la posición de hace un rato me pinchó un nervio. La pierna me tiembla frenéticamente.

― ¿Estás bien?― pregunta con preocupación

― Parece que se me pinchó un nervio. Mira como me tiembla la pierna― le digo señalando la izquierda

― A lo mejor es que todavía te estás viniendo.

Lo fulmino con la mirada.

― Al parecer no soy la única con un pésimo sentido del humor.

― Admito que tengo otras cosas que se me dan mejor.- Me guiña un ojo y se muerde el labio inferior.

El gesto provocó que una electricidad recorriera mi cuerpo y terminara justo ahí abajo. Ese lugar hambriento de él.

― Deja de alabarte a ti mismo y vamos a lo que vinimos.

― ¿Ya puedes caminar o quieres que te lleve al hombro?

― Déjalo. Yo puedo caminar sola.

― Cómo quieras, cariño.

Llegamos hasta la puerta que también es blanca, pero con cerraduras en metal. La abre y a continuación aparece ante mí el lujo puro. Una hermosa sala con muebles blancos y cojines negros, equipada con un LCD, jarrones rojos, una mesa en el centro... Todo lo que convierte a una sala en un agradable sitio para estar. Hay una escalera en metal que lleva a arriba, en el lado izquierdo está el comedor, más allá la cocina... Para ser hombre, muy buen gusto tiene. Oh no... A lo mejor alguna mujer de sus aventuras le decoró la casa. El pensamiento me acaba de aplastar. ¡Ey! ¿Qué pasa? Recuerda que es solo... Si ya sé. Esfumo el sentimiento.

― Bonita casa.

― ¿Te gusta?

― Es muy... lujosa y hermosa. Tienes buen gusto.

Los mandamientos de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora