Capítulo Veintidós: Cruzando los límites

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CRISTINA

10 años de edad

— Papi, ¿por qué mami no vive con nosotros?— Pregunta Cristina con vocecilla tierna, inocente y llena de curiosidad.

— Ya lo hemos hablado, pequeña. Ella está enferma y tiene que curarse— contesta el señor Sotomayor fingiendo serenidad.

La situación lo tiene muy alterado y preocupado. No quisiera que su hija se viera afectada por los problemas psicológicos que sufre su madre.

— Pero ella escribe todo el tiempo... Te llama y dice que te ama. Incluso dijo que si no estabas con ella prefería estar muerta; la escuché cuando vino la última vez... Yo la veo bien, ¿por qué dices que está enferma?

Cristina está realmente confundida. ¿Cómo no estarlo? ¿Qué niña entenderá que su mamá sufre de lo que los psiquiatras denominan como Bipolaridad y obsesión compulsiva?

— Por eso mismo, ella sufre algunos trastornos y tiene que lidiar con ellos.

—¿Y si se cura, ella volverá con nosotros?

— No lo sé, mi cielo, no lo sé...— contesta Emiliano sin saber en realidad la respuesta a la interrogante de su única hija.

16 años de edad

— Papá, tengo que hablar contigo— dice Cristina con evidente nerviosismo.

— Dime mi amor...

— No sé cómo lo tomarás, pero en verdad tienes que saberlo...

— No me asustes hija, parece que te vas a desmayar en cualquier momento...

— No es nada malo... Es solo que no sé cómo vas a reaccionar.

— Sabes que siempre podrás confiar en mí...

— Lo sé... Y siempre has sido el mejor papá del universo... Ok, te lo diré... ¿Recuerdas a Deliz?

— Sí, tu amiga del jardín de niños. La misma que se fue para Alaska, ¿cierto? Sí, la recuerdo. Eran inseparables.

— Pues, ella volvió hace unos meses... Retomamos nuestra amistad e increíblemente sigue igual de fuerte...

— Ok, ¿qué hay de malo con eso?

— Nada, claro está... Pues ella y yo... Descubrimos que estamos enamoradas.

Emiliano sonríe y suelta el aire retenido; pensaba que era algo realmente malo.

— Hija... ¿Por eso estás tan nerviosa? Sé que no te atraen los chicos; soy tu padre, te he visto crecer... Además, en el cajón de tu armario hay miles de mujeres desnudas...

— Papá... — dice la adolescente con mejillas realmente rojas.

— No te pongas colorada... No tengo problemas con tu orientación sexual; eres mi hija y te amo. Si te gusta la tortilla, eso no cambiará ese hecho.

— Jajajaja, Papi, eres único— dice la chica corriendo hacia los brazos de su padre y dándole un sonoro beso en la mejilla.

— Lo sé, lo sé...

— Pa...

— Dime hija...

— Quiero decírselo a mamá... No sé cómo lo tomará.

— Tu mamá es impredecible... No quisiera que esta confesión desate de nuevo su actitud compulsiva...

— La he visitado desde que salió de la clínica psiquiátrica, ella ha mejorado mucho...

Los mandamientos de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora