La Carta

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Miércoles, el ombligo de la semana. Dos días más y lo veo. No puedo esperar. Me dirijo a la oficina con Alexa, mi guardaespaldas. Esta mujer sí que intimida. Es alta, fuerte, el pelo corto...muy corto, como hombre, piel morena, facciones profundas... Me encanta porque me hace sentir muy segura. Nos bajamos del auto y le digo que se quede por los alrededores. Me dirijo hacia los elevadores y mi asistente llega a toda prisa para abordar el elevador. Va vestida con una falda de tubo negra, camisa azul y un chaleco por encima. Se ve muy guapa, como siempre.

― ¡Jefa! Bonita mañana. ¿Cómo amaneció?― me cuestiona con una encantadora sonrisa.

― Muy bien, a decir verdad.

― ¿Lista para hoy?

― Siempre.

El elevador se detiene y nos adentramos en nuestro piso. Cristina comienza a decirme todo lo que haremos hoy. Tengo varias reuniones y un almuerzo. Nada fuera de lo normal. El día pasa lento...lentísimo. Deseo que sea viernes y el tiempo está en mi contra. Este está decidido a torturarme con su paso tranquilo y sin prisa. Regresé de mi almuerzo y estoy sentada en mi oficina. Con el ajetreo del día no había dedicado un minuto a pensar en el hombre que me ha provocado esta sonrisa toda la mañana y parte de la tarde. Es tan guapo... Sus ojos, sus expertas manos, su aroma... Debo preguntarle qué perfume usa. Mi secretaria interrumpe mis pensamientos.

― Jefa. Le ha llegado correspondencia.

― ¿Y? Tú eres la encargada de eso. Siempre has leído la correspondencia por mí― le digo sin inmutarme demasiado

― Es que hay una dirigida a ti de parte del señor Agosto Peña― informa en tono apenado

Mi estómago recibe una manada de mariposas.

― Ah ¿si? Vaya, deja ver― tomo la carta en mis manos ― Mikeyla, ¿fuiste a almorzar?

― Ha sido mucho el papeleo de hoy... Y tenía que tener el presupuesto y la cotización para hoy. ¿Lo recuerda?

― Pero eso no quiere decir que tengas que saltarte la comida. Mira lo pálida que estás. Vete a comer.

― Lo haré. Jefa, ¿Cristina me puede acompañar?

Lo dice como avergonzada. La miro con recelo.

― Ehh. Sí. Claro. Pero no se pierdan, las dos son muy valiosas para mí.

― Gracias.

Cierra la puerta y yo deseosa por abrir el sobre. ¿Qué me dirá? ¿Y por qué una carta? Podría ser un email o venir aquí. ¿Será de trabajo? Voy a abrirlo y la puerta se abre. Es Cristina.

― ¿Sí?

― Jefa. Me retiro para acompañar a Mikeyla a comer. ¿No hay problema?

― Yo le di autorización.

― Bien, solo quería confirmar que no me necesitara para algo importante.

― Vaya tranquila.

Sus ojos llenos de curiosidad se posan en la carta que me envió Jonathan.

― Pensaba que Mikeyla se encargaba de tu correspondencia― su tono está cargado con un ligero toque de curiosidad

― Así es, pero esta es de parte de Jonathan y tiene aspecto de ser de carácter personal. Si fuera de trabajo sería un email o algo así― le digo encogiéndome de hombros

― Se está yendo muy personal con él, jefa.

― No es un tema que deseo tratar contigo, Cristina.

Los mandamientos de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora