Acostados en la cama de mi cuarto, luego de cinco horas de buen sexo, Nathan y yo vemos series en Nextflix. Ahora que le veo tan divertido tumbado a mi lado, pienso en nosotros y estoy muy consciente de que tenemos que comenzar a conocernos de verdad. Llevamos casi cuatro semanas sumergidos en nuestro propio mundo. Solo existimos él y yo. No hemos decidido vivir juntos ni nada por el estilo. Eso es casi obvio; apenas estamos conociéndonos. Ambos acordamos en conservar nuestro propio espacio. Tampoco él se queda a dormir en mi apartamento, ni yo en el de él. Además, todavía no nos hemos abierto del todo; ni yo lo he hecho, ni él tampoco. Hay ciertas cosas que desconozco de Nathan, pero por respeto no he preguntado. Entiendo que él me las aclarará a su debido tiempo, al igual que yo haré lo mismo. Confieso que la curiosidad por saber porqué Jonathan tenía reglas antes de mí y también, conocer qué lo había llevado a ello, me está carcomiendo, pero todo esté muy tranquilo y estamos en una etapa en donde nos disfrutamos sin necesidad de invocar a nuestros respectivos demonios pasados...
― ¿Pero qué mierda es esta? ¿Los mató a todos?― pregunta con horror en su rostro
― Cállate Jonathan que estoy en shock.
― ¿El que compró el circo de freaks los mató por puro chiste?
Le puse pausa a la serie para explicarle, ya que no me dejaba concentrarme.
― Sí Nathan. Dandy es un psyco; él ha matado a medio mundo durante toda la temporada. Imagina que mató a su propia madre y después la coció junto a otra muchacha para hacer una marioneta para simular que eran las siamesas. Ese tipo tiene una obsesión con ellas.
― ¿Qué siamesas?
― Las vas a ver ya mismo. Es que si te cuento no me vas a entender. Mejor ve la serie desde el capítulo uno.
― No. Demasiada sangre y morbosidad para mi gusto. ¿Cuántos capítulos has visto de esta temporada?
― Este es el último y es el número trece. Así que te callas y déjame terminar de verlo. POR FAVOR. Me arruinas la tensión del momento.
― Si quieres yo te bajo la tensión.
Dios este hombre me mata cuándo me mira así con las pupilas dilatadas. Cuando me regala esa verde mirada que transmite deseo puro... Una mirada salvaje, pero lejos de asustarme, me excita. NO. Ya habían sido más de siete orgasmos en cinco horas, eso es suficiente. Jonathan cree que fueron menos. La verdad es que el muy puto sabe lo que hace, pero yo no puedo permitir que ese ego aumente a costa de sus dotes sexuales y su poder sobre mí.
― Bajar un carajo, si no vez que no dejas que la tensión se apodere de mí. Así que shut up be quite, que quiero saber por qué diablos las siamesas se casaron con el psyco este.
Se ríe y me da un beso en la frente. De repente suena su celular y observo cómo su mandíbula se tensa.
― Nathan, ¿qué pasa?― pregunto fingiendo no estar muy interesada. Tampoco me atrevo a preguntar quién lo llama.
― Nada, Kayla. Sigue viendo la serie, me retiro unos minutos; tengo que contestar.
― Está bien― dije extrañada y curiosa, esperando a que me diera más detalles, pero al parecer Nathan lo ignoró, no le importó o no se dio cuenta.
Mientras Dandy se ahoga en la caja de cristal, pienso en Nathan y la cara que puso con la dichosa llamada. No aguanto más la curiosidad y me levanto de la cama para averiguar en qué parte de la casa está. Abro la puerta y lo escucho hablando en voz baja en la cocina. Me paro detrás del umbral para escuchar.
― ¿Pero ya está mejor? Ok. No te preocupes. Claro. Mañana mismo. Te amo con todo mi corazón. Nos vemos mañana, mi princesa.
Escucho mi propio corazón latir a mil por hora. ¿A quién ama? Mientras le veo abrir el refrigerador, regreso lo más rápido que puedo a la habitación. Elsa Mars está cantando en la pantalla del televisor y yo con el corazón en la boca. No es por lo que estoy viendo en el LCD ahora mismo, sino por lo que oí hace unos minutos atrás. ¿Con quién estaría hablando Jonathan? ¿A quién ama? ¿Quién es su princesa? Bueno, ya me contará cuando regrese al dormitorio... Eso espero. Unos tres minutos más tarde Jonathan cruza la puerta del cuarto. Dios, la imagen que veo ahora mismo solo puede ser denominada como perfección. Todo él es un espectáculo sensual. Sin camisa, en bóxers, mostrando su cuerpo escultural... Yo me he ganado el cielo, definitivamente. Aparto esos carnales pensamientos y me concentro en la simple pregunta que le haré ahora.
― ¿Todo bien, guapo?
― Sí, guapa. Era una llamada del trabajo. Una bobería.
No lo puedo creer. Jonathan acaba de decirme mentiras. No sé cómo reaccionar ahora mismo. Me está mintiendo y eso me ha dejado rota de mil formas. Ignoré mi sexto sentido, a mis 28 años volví a caer... Si me dijo que era del trabajo debe ser que ese "te amo" fue para otra mujer... Para su "princesa."
― Kayla, ¿estás bien?
― Sí, Nathan... Voy a dormir. Mañana trabajo. Si no es mucho pedir, dile a Ricardo, mi guardaespaldas, que verifique que todas las puertas estén cerradas, una vez te vayas.
― Pensé que dormiríamos juntos.
― No sé porqué lo pensaste, pues nunca lo has hecho. Además, eso ya lo hablamos; tú en tu espacio y yo en el mío. Quiero que te vayas; ahora mismo necesito mi espacio.
― ¿Qué mosca te picó?― pregunta con el ceño fruncido
― Ninguna.
―Bueno, no insisto más. Kayla, mañana saldré del país, pero vuelvo al otro día a primera hora. Solo para que lo sepas. Me mantendré en contacto, preciosa.
― ¿Por qué saldrás?
― Por motivos de negocios. Se están viendo terrenos para la construcción de un hotel en Miami y quiero estar presente.
Su mentira es demasiado natural y ni siquiera muestra algún nerviosismo. Si no hubiera escuchado su coversación, de seguro, me la creo sin dudar un solo segundo. Pero no es el caso... Me ha mentido descaradamente.
― ¿Ah sí? Me alegra mucho. Nos vemos, buen viaje. Dile a Ricardo que haga lo que te dije― no me preocupo por sonar natural o por fingir amabilidad
Veo cómo se viste y el nudo que tengo en la garganta amenaza con soltarse. Él está consciente de que algo no va bien conmigo, pero ni siquiera se atreve a mirarme a los ojos. Antes de irse me deposita un casto beso en mi sien, el cual recibo con indiferencia. Una vez cerrada la puerta, se desata el nudo y un caudal de lágrimas brota de mis ojos. Maldito mentiroso. ¿Qué voy a hacer?
El sueño me arropa luego de que ya no salían más lágrimas.
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Los mandamientos de Nathan
RomanceTodo estaba estrictamente controlado; su vida, su placer, sus emociones, sus relaciones... Su corazón era intocable. Sus mandamientos lograban que esa coraza alrededor de su corazón nunca se rompiera. Lo más importante; lo mantenían alejado de ese...