Me levanto exaltada por el sueño perturbador que tenía: me encontraba tirada en el suelo siendo azotada por Jonathan muy duro y fuerte, al punto de sangrar y lo peor es que disfrutaba de ese dolor y control sobre mí... Son las dos y media de la madrugada. Mi chofer o alguno de mi guardaespaldas tuvo que haberme traído hasta aquí. Me alegra saber que no tuvieron el atrevimiento de quitarme la ropa y ponerme el pijama. Me levanto para darme una ducha rápida y volver a meterme a la cama. Lo hago y unos minutos después el sueño vuelve a invadirme. Ojos verdes, látigos y... los diez mandamientos se adueñaron de mi sueño.
Cuando me vuelvo a despertar son las seis de la mañana. La verdad es que no tengo ni pizca de ánimo para salir a trabajar, pero si me quedo sería peor. ¿Qué haría en todo el día? Estaría encerrada, deprimida y pensando en Jonathan, lo más seguro. Definitivamente tenía que hacer un esfuerzo e ir a trabajar. De esta manera estaría totalmente ocupada, restándole importancia a la decepción de anoche. Me baño, me pongo una falda alta negra, una camisa de satín roja, realmente hermosa, por dentro de la falda y zapatos de tacón alto cerrados. Para el maquillaje opto por el smoke eye y lo profundizo con delineador negro y para los labios utilizo un rojo intenso. Mi cabello lo recojo en un moño medio despeinado. Utilizo prendas sencillas: un reloj Tiffany & Co. plateado, unos pendientes diminutos pegados a la oreja y la cadena de plata con diamantes auténticos que me regaló mi difunto padre. Esta lleva la letra K alrededor de un círculo de diamantes. Un día como hoy no puedo reflejar los sentimientos que me agobian. Además, es probable que vea a Jonathan. La reunión para presentar los bocetos de la campaña y el presupuesto es hoy. Necesito que vea que no me ha afectado en lo absoluto lo que ha pasado. También, que estoy más que segura de haberme negado a sus propuestas y condiciones.
Llego al trabajo. Mi secretaria se ve muy radiante. Ya no lleva los espejuelos que le hacen ver los ojos gigantes; los sustituyó por lentes de contacto. Se estiró el pelo y usa ropa ajustada. Se ve espectacular. Cristina habla con ella animadamente.
― Vaya Mikeyla, te ves muy bien.
― ¿Tú crees?
― Por supuesto.
― Bueno, fue Cristina la de la idea.
― Oh, parece que se están llevando muy bien.
― ¿Y cómo no? si Mikeyla es muy fácil de querer.- contesta Cristina en un tono muy actuado. Al menos, eso me parece a mí.
― En eso estamos de acuerdo, Cristina.
― Bueno, ya que van a hacer que me sonroje.- Dice Mikeyla a son de broma.
― Vamos, a trabajar, que para eso les pago.
La reunión con JJ Tourism & Resort es a las dos de la tarde. A penas son las nueve de la mañana. Un mundo falta para posiblemente verlo. ¿Cómo reaccionaré? O él, ¿cómo lo hará? ¡Ay! ¿Por qué echar un polvo con él tiene que ser tan complicado? ¿Qué lo habrá motivado a crear esas reglas estúpidas? ¿Desde cuándo tener sexo se volvió tan complicado? Bueno, solo es complicado con él. Algo tuvo que haberle pasado para que sea tan metódico y controlador. ¿Será por la mujer que me dijo en la discoteca? ¿Por la que había baleado a un hombre? De repente tengo curiosidad. ¿Tendrá una razón justa para ser cómo es? Antes de formularme las posibles razones, entra mi asistente a mi oficina.
― Cristina― digo a forma de saludo
― Jefa.
― ¿Si?
― Aquí le tengo el calendario para la semana que viene. Y por supuesto, su café.
― Gracias. Como siempre, eficiente.
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Los mandamientos de Nathan
RomanceTodo estaba estrictamente controlado; su vida, su placer, sus emociones, sus relaciones... Su corazón era intocable. Sus mandamientos lograban que esa coraza alrededor de su corazón nunca se rompiera. Lo más importante; lo mantenían alejado de ese...