Capítulo I: De Regreso a Puerto Rico
Se lo pregunté de la manera más anti-romántica posible. Estábamos sentados en el sofá viendo el capítulo diez de la séptima temporada de El Mentalista por enésima vez. Siempre que Alejandra veía cómo la agente Vega era asesinada, se echaba a llorar como si se tratara de un familiar. Acto que me conmovía y me hacía quererla de una manera especial. Ella era tan sensible, cariñosa y me amaba de una manera que no merecía. Cómo odio usar esa frase...
Estábamos frente al televisor y ahí, viéndola llena de lágrimas, me armé de valor para preguntarle lo que hace tres meses había estado evaluando detenidamente.
— ¿Quieres casarte conmigo? — mi voz es casi un susurro.
— ¿Qué?— preguntó con la boca abierta, como si sus oídos no hubieran escuchado bien.
— ¿Quieres ser mi esposa? — repito nervioso, pero esta vez más alto.
Se echó a llorar a caudales. Esta vez no era de tristeza como cuando se moría la actriz de su serie favorita, eran lágrimas de felicidad, de emoción...
Mi corazón latía con fuerza.
—Mi amor, pues claro que sí.
En ese momento el recuerdo de Kayla me azotó. ¿Por qué vino a joder este momento que se supone sea de felicidad absoluta? Pensé en cómo hubiesen sido las cosas si ella nunca se hubiera marchado. Tal vez sería a ella a quién le estuviera preguntando si quería mi esposa, en vez de a Alejandra. Alejé el lejano recuerdo de Kayla y besé a mi ex asistente con fuerza y pasión. Ella estaba muy emocionada, como si se tratara de la propuesta más romántica existente. Ahí estaba ella mirándome con un amor tan infinito; mismo amor que jamás podré igualar ni siquiera responder...
Me voy a casar, pienso una vez más. Esto no lo creía posible hace dos años atrás, cuando estaba hecho una mierda emocional. No puede ser que Kayla se haya ido hace más de tres años y yo le recuerde. Ahora no es el mismo sentimiento que tiempo atrás, pero sí pasa por mi mente de vez en cuando.
No he sabido absolutamente nada de ella. Vaya que es una experta en eso de desaparecer. Recuerdo los primeros meses; llamaba todos los días a Ryan para preguntarle si sabía algo de ella...Nunca sabía nada. Después de un tiempo dejé de llamarlo. El timbre de mi celular me aparta de los pensamientos. Es un mensaje en WhatsApp de mi prometida.
"Bae, ¿qué opinas de estos colores para los manteles?"
La foto tiene unos manteles de color marrón y crema. No tenía intención de involucrarme en todo lo que a la boda concierne, pero a mi prometida le hace feliz el que yo forme parte de toda esta locura. Si hubiese sabido que una simple ceremonia volvía locas a las prometidas, lo hubiera pensado dos veces más. Desde el momento de la propuesta, todo de lo que se habla es de la boda; en el desayuno, en la cena, ¡incluso en medio de un polvo! Esto es una locura, pero ella es feliz y eso es suficiente.
¿Y tú, Jonathan Agosto eres feliz? Con esa pregunta en mi cabeza, le doy mi aprobación a Alejandra y comienzo a laborar.
KAYLA
Miro a través de la cámara la foto que acabo de tomar de las aves atravesando el cielo. ¡Es perfecta! Este lugar es fantástico y hermoso. No paro de tomar fotos a todo lo que veo; a los niños que juegan en la arena, a las palmeras, a los castillos de arena, las estrellas de mar que unos jóvenes encontraron y al hombre que está sentado debajo una sombrilla de playa. Verlo tan concentrado en el libro que tiene en sus manos lo hace ver muy sensual y atractivo.
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Los mandamientos de Nathan
RomanceTodo estaba estrictamente controlado; su vida, su placer, sus emociones, sus relaciones... Su corazón era intocable. Sus mandamientos lograban que esa coraza alrededor de su corazón nunca se rompiera. Lo más importante; lo mantenían alejado de ese...