Capítulo 2: Historia de 2

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— Leire Andrade, ¿De qué parroquia (1) es servidora (2)?

— Pertenezco a la parroquia Santa Lucía y soy Maestra de Ceremonia (3)

Es sábado, cerca de las 2 de la tarde y estoy de frente a un grupo de chicos de entre 15 a 25 años en el salón principal de un convento junto con mis compañeros, básicamente estamos en una actividad con las religiosas del lugar.

Estar diciendo de donde soy delante de tantas personas no me gusta, aunque la verdad es que esto nunca me ha hecho sentir cómoda, el tema de los jóvenes en la iglesia para mí es un poco complejo y más cuando debo actuar como si ignorara lo que pasa.

Anteriormente yo no era muy creyente hasta que sentí el "llamado".

Sé que todos pueden pensar que es cosa de locos o de poco cuerdos, pero un día de mi adolescencia sentí que debía ir, que debía estar en ese lugar y, cuando menos lo pensé, ya era de las chicas más preparadas a pesar de que nunca en mi vida había tocado una biblia.

Cuando digo que soy creyente y además soy servidora en una parroquia de la iglesia católica muchos piensan que soy, o muy tonta, o sumisa e ignorante, sin embargo, la verdad es que no soy ninguna de las dos. Personalmente me apasiona dudar de todo y preguntar, discutir y debatir, aunque sinceramente no entiendo en qué momento nació esta pasión por conocer más acerca de ese ser que llamamos Dios.

A veces me miran con recelo mis compañeros cuando les digo que es todo un logro que una mujer pueda pisar el presbiterio (4) y estar un poco más a la par en una actividad que ha sido solo de hombres por muchos siglos, demostrando que es igual o más capaz, pues nunca antes se hubiera visto aceptable que una mujer estuviera tan cerca de un sacerdote, organizando todo lo propio del rito católico.

Dios siempre ha sido algo latente en mí, es como algo que me había llamado durante mucho tiempo y, que a menos que hubiera vivido en carne propia, jamás entendería y que aún a día de hoy siento que era algo inevitable, siento que a pesar de querer huir siempre estuve llamada a estar en ese lugar.

Aunque estar con las hermanas de esta comunidad me agrada y tranquiliza, literalmente cuento los minutos para terminar este suplicio. Lo gracioso es que mis súplicas son escuchadas y luego de como 20 minutos se da por terminada la reunión y es tiempo de irnos.

Con los maestros de ceremonia siempre terminamos tomando algo dentro de una cafetería para hablar de todo y nada después de una actividad, pues no dejamos de ser chicos, aunque también es porque más que compañeros muchos de ellos se han convertido en amigos y son los pocos momentos en que podemos ser libres de mantener la apariencia perfecta ante los demás.

Salimos del convento y nos quedamos de pie en un pequeño parque ubicado cerca del lugar donde estábamos. Muchos otros jóvenes también se reúnen cerca de nosotros antes de irse del lugar.

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora