Capítulo 23: Me olvidaré de lo que fue

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Abro los ojos y sé que no estoy en mi cama, pues la habitación es mucho más grande y los rayos del sol que se cuelan por las cortinas no alcanzan a tocar ni un centímetro de mi piel.

Miro el lugar y recuerdo lo sucedido, así que giro lentamente sobre mi lado derecho, enfocando la imagen de mis perezosos ojos, encontrándome, justo a mi lado, a Augusto durmiendo profundamente, respirando de forma impasible y relajante.

— Buenos días — susurro suavemente.

Me acerco más a él y noto todos los rasgos de su rostro, viendo cada parte de su cara, sus mechones de cabello cubriéndole las orejas, sus labios finos, las largas pestañas que decoran sus ojos azules que brillan intensamente, su pequeña nariz y sus tiernas y regordetas mejillas. Aquella imagen me hace pensar en todo lo que hemos pasado juntos.

Instintivamente acaricio su rostro con mi mano, sintiendo su piel suave, entendiendo que después de tanto tiempo al fin lo tenía justo en frente de mí, durmiendo como si nada le afectara, como si todo fuera perfecto.

Apoyo uno de mis brazos para poder sostener mi cara y quedarme viéndolo unos minutos más, sabiendo que pronto vendrían a despertarnos, entendiendo que este momento que estoy viviendo nunca lo había experimentado con nadie, ¿Quién pensaría que yo dormiría en la misma cama que un hombre y que el único contacto que tendríamos sería mirarnos fijamente a los ojos hasta quedarnos dormidos?

( — No sabía que el cariño podía ser tan dulce, nunca imaginé que podría intimar con alguien sin la necesidad de tocarlo, sin tener que unir nuestros cuerpos..)

Después de acariciar su rostro unos minutos más mientras reflexionaba, volví a apoyar mi cabeza en la almohada, llevándome las manos a la cara, pues me había sonrojado al pensar las cosas que imaginaba que hacía una pareja de adultos en una habitación a solas.

Estaba tan metida en mi propia vergüenza que sin esperármelo, sentí como me abrazaban delicadamente, lo que me hizo abrir lentamente mis manos, dejando que a través de mis dedos pudiera observar lo que sucedía, solo para encontrarme su rostro muy cerca del mío.

— Buenos días mi reina.

— Su Majestad..., es decir, Augusto, ¡buenos días!

Me miró con curiosidad al notar mis nervios, riendo ligeramente, acercándome a él y resguardándome bajo sus brazos.

Podía sentir su corazón latir, aunque no sabría decir si aquel corazón agitado provenía de él o de mí, pues ante la sorpresa de sus acciones siempre quedaba desarmada.

Nos quedamos así unos segundos, hasta que acercó su boca a mi oreja para susurrarme.

— Ha sido la mejor noche que he tenido después de mucho tiempo — tengo ambos brazos apoyados en su pecho, así que no podía concentrarme en nada más que en corresponder a su gesto — Gracias por hacerme feliz María.

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora