Capítulo 35: ¿Cómo puedo añorar este momento?

42 3 17
                                    

*Capítulo con contenido ligeramente explicito de violencia y maltrato

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

*Capítulo con contenido ligeramente explicito de violencia y maltrato. Agradecemos discreción.

 

— ¿Dalila? — me quitan la sábana que me cubre.

No era el palacio el lugar en donde despertaba, pues el olor alrededor era la mezcla de cenizas, tierra y abono, siendo aquel cuarto pequeño que conocía muy bien la habitación que comparto en el convento, aunque tengo muy presente que en la noche de mañana debo volver al Petit Trianon, ya que no dejo de pensar que ese día, a primera hora, el médico irá a verme...

— Martina... — aun medio dormida, froto con las manos mis ojos y trato de quitarme el sueño. — Buenos días.

— No olvides que hoy nos corresponde hacer el desayuno. — me lanza la ropa mientras sigo desubicada. — No puedo creer que aún no te cortes el cabello... — sacude la cabeza sonriéndome, sujetando el velo en su cabeza, ocultando su corto cabello rojizo, entendiendo que yo era la viva representación de la rebeldía y eso me caracterizaba desde que había llegado al lugar.

— Eh.. bueno — tomo el hábito, las medias y el velo que tengo que usar. — ¿Cómo te levantas siempre tan temprano?

— La costumbre — sonríe mientras abre la ventana que está justo encima de mí. — Desde que llegué al convento, nunca más volví a ser la de antes, dormir hasta tarde, recitar poemas y plantar flores ahora solo son sombras de mi pasado.

— Entiendo — la miro con curiosidad, pues aunque sé que no es una mala persona, siempre he sentido que oculta algo tras esa alegría y energía que tiene siempre. — Entregarse a Dios es aceptar muchas renuncias.

— Si, supongo. — baja la mirada y cierra la ventana. — Apresúrate, que se nos hará tarde, el sol pronto saldrá.

Sale de la puerta, sin darme la cara, como si mis palabras la hubieran lastimado.

— No entiendo mucho a esta chica — miro justo a mi lado, sobre la mesita de noche, encontrándome el uniforme de guardia real doblado cuidadosamente. — No puede ser...

Me levanto rápidamente, me visto, trenzo mi cabello, ato el rosario a mi cintura, uso aquella tela que cubre totalmente mi cuello y cabello y salgo corriendo en dirección a la cocina.

— Martina... — jadeo al tener que correr tanto para llegar hasta aquí.

— Por fin llegas — sonríe y señala a mi lado. — Ahí está lo necesario para que prepares el café.

— ¿Café? — suspiro, es algo muy sencillo de hacer.

— Si, prepáralo, por favor, a la vez que también cortas la fruta.

Veo como amasa con habilidad el pan, dejándome hipnotizada ante su talento.

— ¿Dalila? — me mira con comprensión y suspira. — Dalila, sé que no eres de aquí y que no estás acostumbrada a hacer esto...

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora