Capítulo 63: El deseo de hacer lo correcto

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"Si hasta yo, que soy un tonto en el amor, soy capaz de ver que está tomando las decisiones equivocadas, señorita, ¿Qué espera para hacer lo correcto? Si sigue evitando la realidad de la vida, terminará aplastándola el miedo y la culpa"

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"Si hasta yo, que soy un tonto en el amor, soy capaz de ver que está tomando las decisiones equivocadas, señorita, ¿Qué espera para hacer lo correcto? Si sigue evitando la realidad de la vida, terminará aplastándola el miedo y la culpa"


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La rosa roja que Lorette me había regalado decoraba la mesa que se encontraba justo a mi lado, haciéndome recordar que el día de ayer no había sido un sueño.

Toda la servidumbre me ayudó a vestir y maquillar, pero simplemente mis piernas carecían de fuerza para salir de la habitación, haciendo que mi cuerpo, automáticamente, comience a derramar lágrimas que corrieron y difuminaron todo el rubor, sombra y polvo que tenía.

Con cansancio en los ojos, debido a lo que hice la noche anterior, trato de enjuagar las lágrimas y el desánimo que tengo, pero es imposible, por más que frote mis ojos, siguen mirando sin brillo ni ánimo.

D'Eon me había despertado y dejado el desayuno, pero nada de lo que había allí despertaba el hambre, al contrario, solo estaba asqueada de mí y del mundo por las palabras inhumanas e insensibles que se repetían una y otra vez en mi cabeza, con la voz de aquel hombre que me hacía sentir feliz y desdichada al mismo tiempo.

Agua cubre mi rostro una y otra vez, pero simplemente las ojeras no desaparecen y, por más que empolvo mi cara, tengo un aspecto decaído.

Hago mi mayor esfuerzo por decorar mi desgracia y salgo con la cara en alto, blanca de tanto polvo, pero al final conseguí una imagen serena, a comparación del escaso latido que tenía mi corazón. Camino con lentitud, contando cada paso, deseando que los pasillos sean infinitos, pues estos eventos de convivencia con los nobles me hacían dar nauseas, pues sé que todo esto, las atenciones, las formalidades y los saludos solo tienen como finalidad obtener favores de Augusto y de mí.

—Mi reina.

—Su Majestad.

Augusto besa el torso de mi mano que aun con el clima y la época del año, no estaba cubierta por guantes, haciendo que Luis me mire con extrañeza y preocupación.

Pero antes de tener un espacio para conversar, comenzamos formalmente esta pequeña reunión para convivir con las esposas de los nobles y ministros que hacen que Francia pueda sobrevivir con tranquilidad este frío invierno. O al menos eso nos hacen creer con sus disfrazadas palabras.

Uno a uno los saludo, tengo cortesía y hablo de temas aburridos y monótonos, todo con el fin de cuidar el protocolo.

(—Hace mucho tiempo que no lo hago, pero es casi impensable ver que las mismas mujeres y hombres que me acompañaban en las fiestas donde bebía y jugaba con desenfreno, se comporten con pulcritud y elegancia. ¿Así de hipócrita me veo yo?)

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora