Capítulo 60: Como si nada, tomaste todo de mi

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"Solo queda tu lamento por esta pobre alma en pena que se embriaga del vacío de tu ausencia

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"Solo queda tu lamento por esta pobre alma en pena que se embriaga del vacío de tu ausencia. Sé que soy infantil e inmadura en el amor, pero ¿me condenarás por no abrazar tu corazón? "


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Lafayette mira hipnotizado el baile lento y tranquilo del rey y la reina de Francia, pero sus adentros se retorcían como nunca antes había sentido. ¿Qué era ese sentimiento? era tan agotador y asfixiante.

No tenía humor para seguir siendo espectador de aquel evento, así que nuevamente, después de perder otra vez la cabeza, caminó a la mesa donde se encontraban las copas de champagne, bebiendo dos casi de un trago para estabilizarse a sí mismo y recordar porqué estaba esa noche en el salón.

Pero ideas contradictorias venían a su cabeza de nuevo. ¿Estaba allí por la carta que había leído donde su majestad la reina le pedía asistir? ¿O simplemente era coincidencia que aquella petición fuera la misma que su deber como responsable de la seguridad esa noche?

Era demasiado agotador pensar, así que Lafayette no tuvo más opción que salir a tomar el aire, a dejar que el sereno y oscuridad de la noche le hiciera entrar en razón, pues se sentía tan contrariado con lo que ahora significaba su deber y lo que deseaba en el fondo.

El baile continuó, haciendo que el rey diera como el mayor de los regalos que su hija, madame royale, la princesa María Teresa, asistiera al cumpleaños de su madre para compartir como familia, aun cuando Luis Carlos no podía abandonar la casa de verano por cuestiones de salud, María estaba dichosa ante la armonía que sentía ante su esposo y su valioso regalo.

La música inundaba el recinto, haciendo que todos los nobles bailaran al compás de las notas del violín y del piano, pero, en una noche tan maravillosa y alegre, era imposible para el marqués de Lafayette no sentirse ajeno a todo ello, así que recorrió los límites del jardín para tener la cabeza fría, pues no nevaba esa noche pero el viento estaba helado y hacía que los efectos de las copas bajaran y su cara abandonara el tono rosado que tomaba al beber demasiado rápido.

—Es grato verlo esta noche.

La voz, aunque no hablaba en tono dulce, le hacía sentir tranquilidad y ansiedad en partes iguales.

—Su Majestad...

Su compostura rígida volvió a él como mecanismo de defensa para no hacerlo ver intranquilo, pero era imposible para él no sentir cómo su estómago, por un segundo, se revolvía.

—¿Está usted bien? Lo noto pálido... Perdóneme si lo asusté.

Lafayette la miró con ternura, pues sintió que se estaba preocupando por él.

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora