Capítulo 34: Querida luna, dame la respuesta que necesito

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No sé ya ni siquiera si es de día, de noche o está atardeciendo.

Miro a la ventana, tengo un frío profundo que sé que no desaparecerá con una taza de té.

No puedo moverme, solo puedo ver a lo lejos el jardín, detallando cómo los rayos del sol aparecen entre las ramas de los árboles y arbustos, dejando entre ver que cada vez el invierno estaba más cerca.

Intento estar en calma, intento no estar desesperada, pero las lágrimas solo ruedan por mi cara, impidiéndome no sentir nada, aun cuando suplique ser como una muñeca que ha perdido el sentido, no puedo, solo siento un vacío tan grande que la palabra "tranquilidad" se ha borrado de mi diccionario, de mi vida, de mi futuro.

— Sé que no hay teléfonos, sé que no hay otra forma de comunicarse que no sean cartas, pero cuanto quisiera tener a alguien en quien confiar, cuanto quisiera poder decirle a alguien como me siento. — temblar a causa del frío de la soledad es peor que encontrarse en mitad de un bosque cubierto de nieve. — Cuanto quisiera que Gabrielle estuviera aquí conmigo, es la única que no me ha fallado...

( — Recuerdo vagamente como Lafayette me ha dejado en el Petit Trianon hace una hora, sé que se aseguró de que entrara en mi habitación y que probablemente sigue ahí afuera, sin embargo, nunca en mi vida me he sentido tan sola y quisiera hablarle...)

— ¿Apoyarme en él? No puedo ser insensata, si hago eso, terminaré confesándole todo...

Suspiro, golpeo mis mejillas para borrar ese pensamiento y camino hasta la cama.

— Debo quitarme el vestido y descansar... — aprieto la tela del vestido con las manos, tratando de alejar las ganas de llorar nuevamente. — Quien sabe cuándo podré volver a ser libre de esta jaula de oro ahora que sé que no tengo a nadie que me respalde.

Este vestido ha pasado por tanto, está roto en los bordes y se ve desgastado, a pesar de solo haberlo usado un día entero.

— Supongo que la locura ya no es solo una opción... ¿Qué debo hacer ahora? — Jugueteo un tiempo más con la tela del vestido, divagando mientras trato de concentrarme en otras cosas, ya que, si el sueño no me recibe, tendré que ir a buscarlo.

( — Sé que no es buena idea, pero me niego a quedarme aquí, carcomiéndome las uñas entre las paredes del palacio, agonizando entre tanto dolor que preferiría no sentir)

Teniendo presente que pronto llegarán las criadas a mi cuarto para prepararme y comenzar este nuevo día, con precaución me acerco a la puerta, la abro y miro hacia el exterior, tímidamente, esperando encontrarme con aquella criada que me da confianza.

( — Por favor... que aparezcas...)

Espero por varios minutos, escuchando a lo lejos como empieza el ruido común del día en mi Petit Trianon.

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora