Capítulo 27: Ya te he dicho que no soy buena

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— Querida María, ¿Por qué estás tan distraída?

— ¿Yo? No es nada

Estoy sentada en la cama, en la gran habitación del palacio, con un libro en las manos, con el cabello totalmente suelto y ropa cómoda, sin embargo, a pesar de que Luis se estaba preparándose para dormir justo a mi lado, la verdad es que era incapaz de prestarle atención.

En mi cabeza solo estaba lo sucedido en aquella noche. Acaso, ¿Realmente Lafayette estaba siendo honesto y dejaría de ser tan irritante conmigo?

( — ¿Por qué me preocupa esto? Me da igual, no debería ni siquiera pensar en él..)

— María...

Me sobresalto por la respiración que está justo sobre mi oído, haciéndome estremecer y voltear a mirar a mi lado.

— ¿No quieres hablarme? ¿Estás enojada porque no estuve esta noche contigo en el banquete?

— No, por supuesto que no, yo entiendo que tenías que irte.. — observo su mirada suave pero preocupada en el fondo, así que no puedo evitar desviar la mirada. — Es solo que estaba sumergida en este libro.

Augusto se sienta justo a mi lado, en su lado de la cama, con la mirada fija en mí, no es que lo percibiera como algo amenazante, pero su constante interrogativa me dejaba sorprendida.

— No tienes que mentirme — me toma del mentón, obligándome a mirarlo directamente, sintiendo como tiene los dedos helados — Tienes el libro al revés y además estás arrugando la frente, algo te tiene pensativa.

La respiración se me olvida y solo puedo verlo ahí, frente a mi, cuestionándome.

— Perdóname, es solo que ha sido un día muy agitado, tengo la mente confundida. — aparto el rostro y cierro el libro, dejando de fingir, entendiendo que fácilmente él se había dado cuenta que no le estaba prestando ni la más mínima atención.

— Tenemos la oportunidad de hablar, por favor, no te cierres a mi.

— Lo siento, estaba pensando en mi desastroso desayuno de esta mañana.

Una risa baja y sutil llena mi cabeza, pues al terminar mis palabras veo como mi esposo mueve suavemente sus mejillas al compás de una tierna risita.

— ¡No te rías Luis Augusto!

— No me estoy riendo de ti, mi reina, es solo que creí que era algo más — me mira enternecido, como quien mira una niña pequeña. — Sé que eres muy habilidosa para aquellos eventos sociales en los que yo soy incapaz de hacerlo muchas veces de forma correcta.

— Mejor me voy a dormir...

Dejo el libro en mi mesa de noche, y le doy la espalda a Luis mientras me cubro con las suaves sábanas de la lujosa cama.

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora