Capítulo 3: Luz de noche, oscuridad de día

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Llega el día lunes y debo volver a la realidad, aunque siempre es difícil iniciar la semana.

El día domingo fui a la parroquia y ayudé al sacerdote en las misas de la tarde junto con Samuel, quien siempre le pone un toque de diversión en todo lo que hacemos porque, por más que debe haber seriedad y total perfección en lo que hacemos, también debo resaltar que es muy divertido que todo te salga de acuerdo al plan, que eso suceda te hace sentir orgulloso.

El sacerdote al que apoyamos en la tarde se llama Oritel Bernal, un hombre por quien tengo un gran aprecio.

Cuando alguien me pide describir al padre Oritel, sólo puedo definirlo como una figura paterna para mi, es muy dulce conmigo, me escucha y me tranquiliza con su jovial forma de animar a las personas.

Los recuerdos más preciados que tengo en la parroquia han sido con Samuel y el Padre Oritel, siempre riéndonos y compartiendo alegremente de la compañía, haciendo que todos los momentos fueran tranquilos y serenos, casi haciéndome creer que toda mi vida sería así.

Llegué a la parroquia Santa Lucía a la edad de 14 años, luego de hacer la primera comunión y confirmación.

Sé lo que pueden pensar, que fue un llamado tranquilo, pero no fue así, lo que me atrajo a este estilo de vida fue la duda y la inquietud.

Mi catequista, señora de aproximadamente 50 años era quien me estaba formando en la fe cristiana católica, cosa que no me hacía mucha gracia en ese entonces, puesto que yo no creía en Dios y sentía que era una pérdida de tiempo, sin embargo, fue la poca preparación lo que me enloqueció, pues no entendía cómo era posible que miles de personas creyeran en algo que, aún con mis dos años de "preparación" seguía siendo todo un misterio.

Fue así como empezó mi búsqueda para comprender por qué la gente creía en esta religión.

No puedo decir que fue algo fácil, las respuestas genéricas me enojaban, pues muchos me decían cosas como:

Nunca podrás entender a Dios y eso no es malo

Él es perfecto y un ser imperfecto como tu nunca podrá comprender sus designios 

 No debes indagar tanto en el dogma, al final, nuestra mente humana nunca llegará a comprender totalmente su voluntad

 Debes creer con el corazón y no con la mente

Todas esas frases solo alimentaban mi curiosidad y frustración, haciendo que no me detuviera a preguntarle a los adultos, así que mejor me la pasaba indagando y escudriñando en muchas otras fuentes como los libros y el internet, pero al final todo eso solo me dejaba más incertidumbre.

Lo irónico es que mis inquietudes fueron tan grandes que terminé siendo catequista desde muy joven, aún recuerdo ese día.

Esa vez, cansada de las respuestas de mi madre, mi familia cercana, mis profesores y mi catequista, me adentre secretamente en una de las reuniones que tenían los catequistas los fines de semana.

Último acto: Vals #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora