Capítulo 37: Avaricia

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A veces, me siento como la protagonista de un retrato pictórico, en el cual dueño de la obra tiene el poder de usar su pincel para marcar cada trazo de mí vida

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A veces, me siento como la protagonista de un retrato pictórico, en el cual dueño de la obra tiene el poder de usar su pincel para marcar cada trazo de mí vida. Y así, nunca avanzo de la casilla de salida. Siempre enmarcada en las mismas pautas.

Archie se aplana sobre la silla, pero no me deja de pie frente a él, para mi sorpresa tira con fuerza de mis muslos y me posiciona encima de su cuerpo.

Estos días sin tenerle entre mis piernas han sido un infierno, y ese aspecto de delincuente salido de una pelea le da un aire muy sensual.

—Arch, creo que no es el momento ni el lugar adecuado —Le susurro apartando sus manos de mi cuello.

Evito mirar las marcas rojas alrededor de sus muñecas. Me levanta la barbilla para mirarle a la cara, pero antes de que pueda reaccionar comienza a besar mi cuello y a pegar mi cuerpo contra el suyo.

—¿Te he dicho ya lo guapa que estás? —pregunta, guiñando su ojo sano—. Sabes que te lo digo todos los días, ya sea en casa, en la cárcel o en el Everest.

Sus brazos me rodean para estrecharme aún más, la herida del hombro me palpita, pero lo puedo soportar. Pocos segundos después noto esa corriente eléctrica que me provocan sus labios fríos sobre mi cuello, y ahora no solo me palpita el corte.

Siento que algo entre mis piernas está a punto de estallar.

—Si continúas cerrando así los muslos me cortaras la circulación —dice en el tono más bajo posible, al llegar hasta mi oído—. Violet, no te apartes, que parezca que no te estoy hablando.

No entiendo que pretende hacer, pero lo acepto. Su respiración rebota contra mi garganta.

—Archie... te extraño —afirmo encajando mis dedos en su cabello caoba oscuro.

—No van a tardar en entrar —anuncia pasándome la lengua por el hélix—. Acorté algunos trámites, lo admito, pero nada de fraudes. Tú estás fuera, puedes averiguar qué está pasando, se te da bien destapar secretos —introduce sus manos por debajo de mi chaqueta, que en realidad es suya—. Kayla puede ayudarte, empieza por mi hermano. Y por favor, no hagas nada sola.

Una parte especial de su anatomía me avisa de su llegada, salta a la vista a través de la tela de su pantalón, sin pensar en que deben estar viéndonos varias personas, tapo su erección con la mano de forma suave y juguetona.

—¿Pido una hora sin cámaras? —bromea deambulado sus dedos por mi columna vertebral, llegando hasta la parte alta de mi brazo magullado.

—Cuidado Archie, me haces daño —explico cerrando los ojos.

Arch une las cejas de forma extraña, baja mi chaqueta con cuidado y su cara se asombra al ver la fea herida, aparte de la hinchazón se ha tornado de una gama de colores entre violeta y amarillo, parece una galaxia.

Sugarbaby.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora