Capítulo 23: Tatuaje

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Subo las rodillas hasta mi pecho, me llevo las uñas a los dientes, hace años que había vencido la horrible manía de morderlas, hasta hoy

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Subo las rodillas hasta mi pecho, me llevo las uñas a los dientes, hace años que había vencido la horrible manía de morderlas, hasta hoy. 

Acaricio mis piernas sin depilar intentando darme algo de anhelo, pero, la imagen congelada de Archie sigue en la pantalla. Su mano sigue aferrada a su miembro mientras denota lujuria. Las dos mujeres, mayores que él—notable en el físico—desprenden deseo en la forma que le esperan sobre la cama redonda de oscuras sábanas. 

Seco mis lágrimas a la vez que un gélido susurro de dolor escapa de mi garganta. 

Examino con la vista borrosa el intrigante sobre que portaba la bomba, no incluye nada. Nada. Sea quien sea su mensajero solo quería hacerme volar por los aires, había caído en su trampa, había cortado el cable incorrecto. 

Lo rompo en pedazos intentando sacar la ira que recorre mis neuronas. 

El dolor es tan palpable que se manifiesta en cada uno de mis movimientos. 

—¿De verdad creía que sería tan fuerte? —pregunto a mi reflejo de la ventana. 

Apago la televisión, pero no desconecto el pequeño pendrive

Busco entre los muebles blancos la botella de whisky, esa en la que Archie se zambulle cuando cree que las dificultades se anillan alrededor de sus tempestades. 

Auchentoshan 1973, obviamente —digo irónicamente, sosteniendo entre mis pequeñas manos unas de las botellas de whisky más caras del mundo. 

El calor sube hasta mi cara en el tercer vaso, ¿pero cuántos grados tiene esto? 

Apoyada en la barra de la cocina, mis oídos captan la voz de Archie al otro lado de la puerta principal. Parece hablar por teléfono. 

—Oh, creía que aún no estarías aquí —dice sin mirarme dejando sus llaves sobre su mochila deportiva—. Tengo que dejarte, espero verte pronto. Te quiero, un beso. 

Cuelga el teléfono. Extrañado se cierne sobre mí, atrapa la botella y observa la cantidad que falta. 

—P-pues ya me ves, ¿con quién hablabas? ¿Alguna mujer con la que también grabas videos porno? Seguro que si entro en una web de adultos apareces —escupo bebiendo el culin del vaso. 

—¿Videos porno? ¿Se puede saber qué insinúa? Y para tu información, hablaba con mi hermana —parece confuso—. ¿De qué hablas? 

Con torpeza, dando fuertes zancadas camino hasta la televisión y pulso el botón rojo de la pantalla. Subo el volumen al máximo, pero me niego a mirar, escuchar sus gemidos rudos es suficiente. Escondo el mando a distancia en el bolsillo trasero de mi pantalón. 

—¿Quién ha enviado esto? Apágalo, Violet. Apágalo, por favor. —susurra cerrando los ojos. 

—No. 

Sugarbaby.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora