Capítulo 26: Preciosa.

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En repetidos momentos nuestra mente vuela alrededor de nubes cargadas de diferentes pensamientos

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En repetidos momentos nuestra mente vuela alrededor de nubes cargadas de diferentes pensamientos.

Cada persona tiene mil versiones de un mismo tema, desde el principio de los tiempos.

Pues si Archie necesita recostar su cabeza en una almohada para ordenar sus archivos mentales, no seré yo quien impida la realización de su petición.

Las despedidas son agrias, se te acumulan las lágrimas en los ojos y tu nariz se torna rojiza.

Así me veo en el reflejo de los escaparates de las tiendas, abrazada a mi jersey con purpurina y sin un centavo para comprar un té caliente.

A decir verdad, no era una despedida, mucho menos un adiós, pero sí un hasta luego, de esos que sueltas el último día de clase pensando que quizás algún día te cruzarás de nuevo con esa persona, pero pasan los años y ni siquiera te acuerdas de ese momento.

Me froto la herida de la mano, el frío me congela las articulaciones y apenas noto el leve dolor.

Ante mí el Mont Blue parece emerger del suelo, su fachada imponente cargada de elegancia siempre me deja trastornada, como si una manzana se cayera desde un árbol y me diera directamente en la coronilla.

Nada más entrar en la recepción un agradable calor me abraza, por fin puedo mover los dedos de los pies.

Dos cosas me llaman la atención: la información personal de la secretaria de Archie es diferente en el cartel de información, ahora se puede leer Xiomara Darren, y el número de agentes de seguridad es mucho mayor que la última vez que estuve aquí.

—Bueno, bueno, un placer volver a verte, preciosa.

Cierro los ojos al escuchar esa voz, no hace falta que de media vuelta para saber de quién se trata.

—Hola Jason, siento no poder decir lo mismo, precioso —Le respondo aun de espaldas a él.

La posición dura poco ya que sin poder evitarlo se postula delante de mí, lleva el cabello más largo, las puntas le rozan las cejas y en la parte trasera le cae hasta el final de la nuca.

—¿Sabes que ahí fuera hace un frío glaciar? No entiendo porque llevas un jersey de lana con unos pantalones cortos.

Asiento con la cabeza, ignoro todo lo que dice y ando hasta el ascensor.

Es como si su voz fuese una especie de hechizo, el conjunto de su aspecto exterior puede dejarte obnubilada.

—Jason, deja de seguirme  —digo cuando escucho el sonido que hace la chapa del ejército que pende de su collar mientras camina.

—Eres demasiado transparente, no quiero que estés sola, se nota que tu príncipe azul se ha desteñido un poco.

—No soy transparente, quizás es que tú me observas demasiado.

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