Capítulo 21: Unidas

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La luz solar pinta las paredes, el leve aire movido por las aspas giratorias del ventilador hace que la temperatura sea más adecuada

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La luz solar pinta las paredes, el leve aire movido por las aspas giratorias del ventilador hace que la temperatura sea más adecuada. Juana, con un cigarro entre sus labios, sigue con la mirada a su hijo. Archie continúa de pie, junto a una cajonera de color negro.

—¿Dónde tenías el corazón cuando me dejaste? Estos cuadros no te aseguran nada, tan solo son un chaleco salvavidas para que no te hundas en tu mar de culpabilidad —expresa tras introducir sus manos en los bolsillos del pantalón.

—Tenía dieciséis años cuando descubrí que estaba embarazada, Archibald, ese es tu nombre completo, ¿lo sabías?

Se aparta los rizos negros del rostro y cruza las piernas, al hacerlo su vestido sube unos centímetros dejando a la vista unas marcas violetas en sus pantorrillas.

Jairo y yo parecemos dos espectadores de un partido de tenis, observamos a ambos cada vez que hablan.

Archie niega ante su pregunta, debe sentirse realmente estafado.

—La sociedad me repudiaba, mi familia se avergonzaba de mí, las personas me tachaban de chica fácil, mientras, a tu padre le felicitaban al saber que había tenido sexo conmigo, a los ojos de la gente no era una futura madre, era un trofeo —exhala el humo denso—. En esos momentos, estaba prometida con otro hombre, y cuando tú abuelo se enteró me echó de casa y tuve que alojarme con mi hermana mayor.

»Nick regresó a su lugar de origen, volvió cuando di a luz, en una casa de monjas a las afueras de la vieja Madrid, estaba enamorada de él. Acepté su petición y viajamos hasta Nanaimo —Apaga el cigarrillo y se acerca hasta su hijo.

Posa una mano sobre su hombro, Archie la observa de reojo, pero no la aparta. Apoya el peso de su cuerpo en la otra pierna mientras la mira con cautela.

—Tú padre murió dos años después en un accidente automovilístico, estaba en un lugar en el cual no entendía el idioma, sola en un mundo de hombres con diecinueve años y pensé que, quizás, lo mejor sería dejar que unos padres con oportunidades en la vida hicieran de ti un buen hombre, Archibald.

Él, apenado, hace una mueca de tristeza al escucharla.

—T-tengo recuerdos de usted, canciones, olores...

Archie no aparca la forma de hablarle, no quiere hacerlo de una forma cercana.

—Solía cantarte mucho, te encantaba, sonreías al escuchar mis graznidos. Durante dos años fui a visitarte cada vez que reunía un poco de dinero, pero un día llegué y no me dejaron pasar, ya no estabas. Ni tú ni ese chico que te acompañaba siempre, el niño de ojos tristes.

Si la felicidad pudiera ser una persona, en este lugar, ahora mismo, sería Juana.

—Jason —murmura Archie para sí mismo.

Hablan entre los dos, es mejor darles algo de intimidad, así que decido hacer oídos sordos.

—Debería sentarse, no debe permanecer mucho tiempo en pie —habla Jairo jugueteando con la carabela que pende de su collar—. Oh, mierda. No me entiendes, ¿verdad?

Sugarbaby.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora