Capítulo 20: Mapas.

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Una gota cae del grifo hacia el suelo de porcelana de la bañera provocando el único sonido del habitáculo

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Una gota cae del grifo hacia el suelo de porcelana de la bañera provocando el único sonido del habitáculo.

Una, dos, tres.

Observo el rostro de Archie, el cual muestra vergüenza y evita mirarme.

—Arch, es normal. Estas cansado y has bebido —expreso paseando los dedos por su muslo desnudo.

—Ya... Pero joder, nunca me había pasado esto. El puto whiskey me ha provocado impotencia.

Busco una toalla en el armario y la envuelvo alrededor de mi cuerpo. Le extiendo una a él. Sus dedos fríos rozan los míos.

—¿Y si me pasa siempre? ¿Puede ocurrir eso? ¿Tendré que esperar unas horas? —Se pasa las manos por la cabeza con exageración.

Los músculos de su espalda se tensan cada vez que lo recuerda.

—Relájate, solo necesitas dormir y que tu hígado se encuentre mejor.

Arruga la nariz mientras se muerde el labio inferior.

—Vale, vale. Iré a hacerme un té, ¿te apetece algo?

Poso las manos en sus hombros, sus ojos reflejan una mirada agotada.

—No me apetece nada, gracias.

Me pongo de puntillas para besarlo, pero me aparta con disimulo y desaparece por el pasillo.

Entro en nuestra habitación, saco una camiseta de Archie de su parte del armario y me tumbo en la cama. Formo una bolita con mi cuerpo y me abrazo a la almohada.

Cuando estoy casi dormida noto el peso de Archie al otro lado del colchón, sigue sin ropa como de costumbre.

—¿Podrías darme un beso? —cuestiono colocando mi pierna por encima de las suyas.

—Si te beso olvidaré mi enfado.

—Tienes la opción de besarme con enfado incluido. Es un dos por uno, una oferta en toda regla.

Se gira hacia mí, me aparta el cabello algo húmedo del rostro con dos dedos y después me alza la barbilla con la mano.

Cierra los ojos y choca sus carnosos labios contra los míos, sube la mano hasta mi nuca para acercarme aún más, su lengua atraviesa la barrera de los dientes y se enreda con la mía en un dulce baile.

—En cinco horas debemos estar en planta, el avión sale a las nueve y cuarenta y cinco, y además, conozco a una chica que repudia madrugar —dice trazando una línea por mi cuello.

Asiento lentamente sin apartar mis ojos de los suyos.

—¿Puedo pedirte una confesión nocturna, Violet?

—Aja.

Espero su pregunta con cierta tensión, sus ojos achocolatados me observan con cautela.

—¿Te has sentido arrepentida de conocerme alguna vez? Entre en tu vida como un pasajero colándose en un tren sin billete.

Sugarbaby.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora