Capítulo 6: Volver a poseerte.

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Abro lentamente los ojos, los noto pesados y aún hinchados del llanto

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Abro lentamente los ojos, los noto pesados y aún hinchados del llanto.

La habitación está en penumbra, Archie está a mi lado con el torso al descubierto y un brazo por debajo de su cabeza. ¿Eso es un tatuaje?

Pasmada me acerco y lo miro detenidamente, es un gran halcón en su bíceps, es realmente bonito y sus detalles se observan perfectamente, se acomoda a su piel y su músculo como si fuese nacido con él. Le paso la yema del dedo delicadamente, pero gruñe y lo baja.

Debe estar debidamente agotado y no quiero molestarle, menudo espectáculo tuvo que presenciar hace unas horas y en primera fila. Vuelvo a tumbarme, pero algo me hace cosquillas en las piernas e intento moverlas. No puedo, es pesado.

¿Pero qué ocurre?

Me incorporo sobre mis codos y asombrada observo un enorme gato de pelo anaranjado lavándose sus patitas encima de mí, tiene el pelaje extremadamente espeso, abundante y largo. Creo que es un gato persa, acerco mi mano para acariciar su larga melena y ni se inmuta.

Se muestra tranquilo y sereno. Y sigue a lo suyo, otra pata, las orejas... Me encanta la extraña expresión de su rostro y continuo rascándole, se coloca cómodamente a mi lado y me ronronea.

Archie abre un ojo y mira la escena con gesto divertido, adoro los animales y parezco una niña pequeña cuándo este pequeño tigre me da lengüetazos en la mejilla. Sus grandes ojazos me observan, es tan pura su mirada que soy incapaz de negarle mis caricias.

—Vamos León, ve a tu cama —Archie le da unas palmaditas en el lomo y obediente salta de nuestra gran King Size y desaparece por el pasillo meneando su espumada cola.

Agradezco mentalmente que hoy sea domingo, eso significa que no tengo que trabajar y puedo dormir cuánto quiera, en la televisión aparece el horario: son las diez y cuarenta y siete de la mañana. No recuerdo el último momento que estuve sintiendo tanta tranquilidad y pudiendo ser yo misma.

Estoy despeinada, ojerosa, legañosa y seguramente debería lavarme los dientes, pero en el reflejo de la mirada de Archie me siento realmente increíble.

Él, con una mano descansado en mi vientre, se aproxima calurosamente.

—¿Cómo te encuentras, nena? Aún tienes tus preciosos ojos tristes.

Le sonrío como una tonta, él hace desaparecer esa tristeza y quiero que lo sepa.

—Ahora que oigo tu voz el nivel de tristeza ha bajado considerablemente.

Ahora sonríe él cómo un idiota, me mira y sé que anhela besarme y con otra mirada le ordeno que lo haga.

Y así lo hace, nuestro beso se va incrementando y me sitúo a horcajadas sobre él. Es cuándo me doy cuenta que llevo puesto tan solo una camiseta blanca que dice I ❤️ México.

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