Capítulo 9: Quién eres.

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Después de llamar a Hannah, quedamos en encontrarnos dentro de un cuarto de hora en la puerta de su casa

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Después de llamar a Hannah, quedamos en encontrarnos dentro de un cuarto de hora en la puerta de su casa.

Busco en mi bolso una maldita pastilla para el dolor de cabeza y mis dedos rozan algo metálico. ¡Las llaves del coche de Archie!

Mi espíritu rebelde posee mi mente. Ni corta ni perezosa encarrilo mi camino hasta el garaje y contemplo el automóvil italiano y reluciente esperándome.

Jamás pensé que montaría mi trasero en el asiento del conductor de un Lamborghini pero lo voy a hacer. Una vez dentro me siento alterada, peligrosa e incluso excitada.

Me desmorono un poco cuando el inconfundible olor a Archie me inunda las fosas nasales, pero abro las ventanillas y pongo el gran motor en marcha.

Introduzco la calle de mi amiga en el GPS y su voz automática me guía por Seattle.

Antes de dejar el hotel atrás me coloco las gafas de sol y saludo con una sonrisa voraz esperando que alguno de los Brown me vean. 

¡Qué os den!

Doy fuego al acelerador y acciono la radio. Casi grito cuándo esta emite la voz de Britney Spears, es justo lo que necesito.

Sé que me estoy dejando llevar por mi rebeldía, aunque no pienso parar. Estoy harta de pensar, es hora de actuar.
Llego hasta un semáforo, me observo en el retrovisor y me encuentro realmente sensual.

Paseo las manos por el increíble volante, este coche es una fantasía.

A mi lado un hombre me sonríe y hace un gesto de estupor hacía el Lamborghini aunque el lleva un Porsche Panamera.

¡Hombres y coches! ¡Maldito cliché!

El GPS me indica que ya he llegado a mi destino y le escribo a Hannah un WhatsApp para que salga de su hogar. Es una casa modesta, de ladrillo viejo y algo astillado, el tejado está bastante ladeado, se nota que lleva muchos años sin pasar por una buena remodelación.

Por la ventana la veo, le da un beso a su hermano en la cabeza. Ojalá algún día superé ese maldito cáncer.

Las campanas de la iglesia cercana comienzan a repicar, Hannah sale de su casa, lleva unos vaqueros ajustados conjuntados con un suéter de punto negro y sus botas altas del mismo color.

Sin duda Hannah sería la excepción de toda mujer heterosexual.

Fijo mi mirada en el foulard grisáceo que lleva anudado al cuello para disimular esas malditas heridas. Hannah entra en el coche impregnando su perfume favorito de Cacharel.

—¡Vaya cochazo! Apuesto que pertenece a cierto ejecutivo bombón.

—Ahora pertenece a cierta camarera pibón —Le guiño el ojo—. Vamos, sienta tu culito, ahora te cuento todo.

Arranco y paseamos por la ciudad, durante el trayecto le narro la extraña situación de la cuál aún sigo sin poder entender. El recuerdo de esa escena que tanto se parece a un capítulo de cualquier serie romántica de Netflix me asa el estómago como lava caliente.

Sugarbaby.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora