Capítulo 38: Evidencia

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Por unos instantes pienso que nos hemos equivocado de dirección, aunque todo a mi alcance sigue completamente igual

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Por unos instantes pienso que nos hemos equivocado de dirección, aunque todo a mi alcance sigue completamente igual.

La decoración sigue siendo exquisita, todo el hall emana un olor pulcro y los cuadros están perfectamente colocados.

Sin embargo, en el hotel no hay ni un alma. Tan sólo un par de familias repletas de hijos, que ajenas a todo, continúan sus vacaciones sin mera preocupación.

¿Qué es un hotel sin clientes?

Nada.

Es doloroso contemplarlo antes parecía una auténtica revolución de personas y ahora, es una ciudad fantasma.

—Desde que salió la noticia los huéspedes más importantes se marcharon —dice Jason después de saludar a las recepcionistas—. Supongo que tienen miedo de que hagan una redada y tengan algo que esconder.

—Iré al despacho de Archie —Le informo dándome la vuelta para caminar hacia allí.

Quizás no debería haberle dicho que mi intención es meter la nariz entre todos los documentos que estén en ese lugar, pero si él es la mano negra del asunto ya se habrá deshecho de toda evidencia.

—Si quieres algo estoy en mi oficina, te espero para el almuerzo, ¿vale?

Al igual que su antigua habitación, el despacho se encuentra en la planta baja. El código sigue siendo el mismo, maravillosamente me acuerdo. La puerta se abre después de hacer un pequeño sonido y entro a toda velocidad cerrando la puerta tras de mí.

Busco el interruptor de la luz.

—No será muy difícil encontrar algo —susurro al contemplar como todos los archivadores están colocados de forma alineada en tres estanterías—. Empecemos por la más baja de todas.

Dejo la chaqueta encima de la enorme mesa de escritorio para poder mover los brazos con facilidad.

Repaso con el dedo el título escrito en el borde de cada archivador, pero no sé qué estoy buscando.

Ninguna carpeta tendrá como nombre estafas.

Retiro el sillón para poder sentarme y así pensar en frío.

Aunque la frialdad se marcha al recordar la última vez que estuve aquí, sobre este asiento.

Intento que la comida no salga desparramada de su envoltorio. Aunque después de llevar la bolsa prácticamente abrazada a mi pecho, seguro que salgo de aquí oliendo a sushi.

No entiendo como Archie puede comer pescado crudo, ni siquiera el olor me atrae.

Por eso, para variar me he pillado una hamburguesa repleta de pepino, tomate y queso.

—Buenas, ¿esta Archie en su oficina? —Le pregunto a una de las chicas de recepción.

Ella me indica que espere un segundo, y marca el teléfono.

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