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12.2

Miniserie, Bebé

Capítulo 2

Shiho

—Takagi, ¿puedes hacerme un favor? —hubo un silencio en la casa mientras él escuchaba lo que la persona al otro lado del teléfono le decía. 

—Sí. —respondió acercándose a nosotras.  

—Es sobre el propietario anterior de la casa. —dijo jugando con la manita de la bebé.

—Sí. —respondió otra vez. 

—Lo que pasa es que me encontré a un bebé en la entrada, supongo que era para que él lo cuidara... —comenzó a explicar pero paró de repente. 

—Takagi, ¿qué pasa? Explícame bien. —habló frunciendo el ceño soltando la mano de la bebé y alejándose.

—Bah, bah. —trató de decirme la niña, supongo que queriendo que lo trajera de vuelta.

—Solo unos segundos, ¿sí? Vendrá enseguida. —le dije con sonrisa.

—Ba bah. —me respondió moviendo sus bracitos y pies.

—Ya, ya, ¿qué tal si jugamos a algo? —le pregunté bajando al piso, seguramente esté por cumplir el año o ya los cumplió.

Ella se dio la vuelta refunfuñando, mientras que yo fruncí los labios.

—Jovencita, le pedí unos segundos nada más, él vendrá así que se quedará esperando pacientemente, ¿entendido? —hablé firmemente, ella bajó la cabeza con lágrimas amenazando por bajar. —Si lo haces te prometo que jugaremos los tres mucho, mucho.

Ella me miró con un puchero, sus mejillas rojas y su mirada triste aún queriendo llorar, aún así se me acercó.

Unos minutos después se me acercó Kudo con el ceño fruncido, ¿Qué habrá pasado?

—¿Kudo? —lo llamé. 

—Su padre está en prisión. —me dijo con una mueca, mientras la niña empezaba a gatear hasta él.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté tratando de no sonar muy angustiada por la niña.

—Robo a un banco, según sus declaraciones, robó para poder mantener a su hija que se quedaría de vacaciones, al parecer lo despidieron injustamente en su trabajo, y no le dieron compensación. 

—¿Qu-Qué hay de la casa? ¿No la vendió? —pregunté.

—No pagó dos cuotas y debido a que se quedó sin trabajo el banco dejó de ayudarle, digamos que el banco también lo abandonó.

—No puede ser. —murmuré asustada. —¿Y la niña? No la dejaran en un orfanato, tiene una madre. —volví a decir, mis emociones estaban demasiado descontroladas como para esconderlas.

—Él no sabe cómo contactarla, solo había recibido una carta de ella. —me explicó, aún cuando su mirada mostraba sorpresa, tal vez por mi actitud.

—¿Y por el nombre? Tal vez consigan información. —sugerí.

—Al parecer cuando salían solo usaban apodos, él no recuerda su nombre real. 

—No puede ser… —murmuré. —¿Qué hay de la niña? Su madre vendrá cuando acaben las vacaciones, ¿dónde la encontrará? —pregunté preocupada.

—Aquí. —me afirmó con una decidida mirada.

—¿Qué?

—Pedí permiso para cuidarla por un mes, pero si la madre no aparece en ese lapso, tendrá que ir a un orfanato. —me dijo.