XV.

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Una hora después..

Estoy sentada trabajando con el pollo frito, no puedo creer
que este trabajando con el después de que regalé mi proyecto
por su culpa, pero el por primera vez en su vida, esta serio y
tranquilo, esta escribiendo en la computadora, y lo observo
por unos segundos.

—Amalia, ¿Ya desayunaste? —Me pregunta Sebastián, al darse
cuenta que lo estoy observando.

—No, es que vine temprano, porque me quería despedir de
papá, y fue en vano.

—No te preocupes hermosa, tu padre estará aquí lo antes
posible, solo son tres días.

—Lo sé, pero siempre he tenido una mejor relación con él que
con mamá.

—Mejor vamos a comer y platicamos —dice Sebastián—,
mientras se levanta de su silla.

—No lo sé, no confío en ti, que tal me secuestras, tu eres
capaz de todo.

—Tan malo crees que soy Amalia.
—Te soy sincera.

—Mejor no digas nada, vamos a comer como amigos ya son
las ocho de la mañana, prometo esta vez no tocarte ni decir
nada.

—Está bien, confiaré en ti y vamos.
Sebastián se ve que está siendo sincero, espero que cumpla
con lo que prometió, aún no confío del todo en él pero, talvez,
podríamos comer como dos personas adultas.

—Entonces vamos Amalia —me dice mientras abre la puerta
de la oficina.

Bajamos en el elevador, hasta el estacionamiento de la empresa.
—Olvidé por un momento que tienes auto, pensé que iríamos
en taxi.

—Agustín lo eligió por mi Amalia, yo no me quedaré mucho tiempo aquí, asi que después se lo daré a Mario como regalo.

—Es mejor, a mi me da miedo, con los pervertidos de los
taxistas, pero ¡mira! Ahora tengo uno a mi lado —le digo
mientras subo a su auto.

—Ya Amalia, podemos olvidar todo eso por un momento, solo
quiero que intentemos llevarnos bien, eso es todo.

—Está bien lo siento, ¿a dónde iremos?
—Un lugar realmente especial —dice el con una sonrisa.
—Espero que estas hablando de un restaurante.

—Claro que de un restaurante Amalia —de que más podría
hablar una persona tan humilde como yo— dice y yo no puedo
evitar reír.

—Por primera vez, te veo reír sinceramente Amalia, y tu
sonrisa es hermosa.

—Gracias, también tu sonrisa es hermosa Sebastián.

—Ya ves que podemos llevarnos bien.
—Si tú no eres un imbécil acosador, podemos intentar
llevarnos bien.

—Haré todo lo que esté a mi alcance Amalia, pero no prometo
nada.—Mira ya llegamos y espero que te guste.
Sebastián baja y me abre la puerta del auto, y el lugar está un
poco cerca de la empresa de papá, pero es hermoso.
—Aqui es donde vengo, con tu papá.
—Es lindo Sebastián.

—Gracias, tú también eres hermosa.
—Hablo del restaurante.

—Tambien es hermoso —me dice mientras ríe. —Entremos y
quiero que pidamos un pastel de chocolate, son lo mejor de
este lugar.
Entramos a el restaurante, y esta un poco solo, no hay muchas
personas, pero lo prefiero asi, nos sentamos en una mesa que
esta en una esquina y enseguida llega una mujer y nos
atiende.

—Puedo tomar su orden —dice ella—, mientras se come a
Sebastián con la mirada, es una descarada.
—Yo solo un postre de chocolate ¿y tu Amalia?
—Lo mismo que tú —digo mientras observo como la mujer se
muerde los labios.

«Estoy sintiendo algo realmente extraño, nunca había sentido
esto antes».

—Si quiere señor, puede acompañarme y le muestro los
nuevos postres que tenemos en privado —dice la mujer.
Sebastián me observa.

—Por que me miras así, yo no te estoy deteniendo, eres libre.
—Si tú me lo pides, no voy —me dice.
—Claro que puedes ir Sebastián, eres un hombre soltero —Le
digo sin mostrar importancia.
—Disculpa, pero creo que no puedo, esta mujer hermosa y
enojona que ves aquí me gusta mucho, y por eso no puedo
acompañarte —dice el, y por alguna razón, siento emoción, no
puedo sentir esto por el pollo frito.
La mujer se retira muy molesta, sin decir nada.
—Ahora eres buena persona —digo con sarcasmo.
—Nunca puedo complacerte Amalia, si hubiese ido con ella,
estarías molesta pero como le dije que no, también estas
molesta quien te entiende.
—No tienes que entenderme, solo comemos y nos vamos —
ahora me siento aún más molesta.

Estamos esperando los postres, cuando tres mujeres se
acercan a nuestra mesa, son muy lindas las tres.
—Hola, los podemos acompañar —dice una de ellas.
—Hay muchos lugares vacíos —digo— y me gano una mala
mirada de las tres.

—Claro chicas, podemos desayunar todos juntos —dice
Sebastián con una enorme sonrisa.

Las tres mujeres se sientan cerca de Sebastián, y una de ellas
le está tocando el brazo descaradamente, todas están
platicando con él, y coqueteando él no me voltea ni a ver.

—Sebastian, siempre por aquí —dice un hombre guapo de ojos verdes, que se acerca a nuestra mesa.

TAN SOLO UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora