XXVII.

2.1K 126 7
                                    

Maratón 2/7

Escuchar la voz de Sebastián, hace que me sienta realmente
aliviada.

Sebastián sujeta al hombre del cuello, y lo golpea en las
costillas hasta derribarlo y lo continúa golpeando en el rostro.

—¡Sebastián, ya déjalo mejor vámonos! —Le grito desesperada, el hombre está derramando demasiada sangre
por la nariz y su boca.

Hasta que Sebastián, lo deja de golpear.
—¿Estás bien Amalia? —me pregunta.
—Si, Sebastián lo estoy, pero ya vámonos.
—Aún no he terminado e terminado con él, nadie nunca tiene
que tocar a mi mujer.
—Vamos, Sebastián por favor —Le digo mientras tomo su
rostro en mis manos, y lo beso en los labios.
—Está bien, vámonos sube al auto —Me dice Sebastián.
—Tu primero Sebastián, sé que puedes regresar para golpearlo.
Sebastián sube al auto, y conduce, él se ve realmente molesto.

—Amalia, te dejaré en tu casa y regresaré a mi apartamento a
cambiarme el traje —me dice Sebastián, por las gotas de sangre en su traje y sus nudillos están destrozados.

—Yo te acompaño —Le digo.

—No, te dejaré en tu casa.
—Se lo que planeas Sebastián, tú quieres regresar por ese hombre.

—No es eso, solo iré a cambiarme rápido.

—Entonces, te acompaño —Le repito.

—Está bien, puedes venir conmigo —me dice de mala gana.

Cuando estamos en su apartamento, me siento extraña, esto fue una mala idea, me trae el recuerdo de ayer en la noche.

Más ahora que es de noche, y la habitación esta totalmente iluminada.

—Amalia, mejor espera aquí, siéntate y ponte cómoda mejor
me daré un baño.

—Está bien, pero date prisa o llegaremos tarde a la fiesta de Mario.

Sebastián se va, y yo solo quiero buscar algo, pero no lo encuentro por ninguna parte, quiero robarme su perfume, sé
que estoy actuando como una loca, pero su perfume me vuelve loca, esa colonia con olor a madera que sentí, desde la
primera vez que lo conocí me vuelve loca.

—Si buscas mi perfume, está en mi armario —me dice
Sebastián saliendo del baño.

No me di cuenta del tiempo, que me lleve buscando el perfume, ahora me siento apenada.

—¿Tú como sabes, lo que buscaba?

—Desde el primer día, que nos conocimos te gusta sentir el
olor de mi cuello, que por casualidad es donde yo aplico mi perfume.

—Pues te equivocas, Sebastián.
—Tú sabes que no me equivoco, Amalia tienes que admitirlo.

No me había dado cuenta, que Sebastián está en toalla y la tiene hasta su cintura, dejándome ver su marcado abdomen.

—Puedes vestirte, tenemos que irnos, o llegaremos tarde.

—Está bien, me cambiaré —me dice mientras deja caer su toalla al suelo.

No puedo evitarlo, y lo recorro con mis ojos, de pie a cabeza.

Veo como su pene se comienza a poner duro, y mi v****a
mojada, realmente fue una mala idea haber venido a su casa otra vez.

—Sebastián, cámbiate y nos vamos, que se nos hace tarde.

—Amalia, falta como 35 minutos aún, para que la fiesta
empiece, nos podemos divertir un momento.

En este momento mi cabeza dice no, pero mi v****a me dice
que sí. Sebastián me observa él sabe que lo estoy pensando,
por eso él me levanta, y me lleva hacia la cama y se acuesta
sobre mí, tomándome de las muñecas, moviendo su pene sobre mí.

No quiero abrir mis piernas, sé con hacerlo, es como decir que
si a todo lo que Sebastián me quiera hacer.

—Amalia, ¿por qué te resistes?

—La que debería hacer preguntas soy yo, ¿por qué le dijiste a
ese hombre, deja mi mujer?

—Por que eres mía, Amalia.

—Yo, no soy tuya.
Sebastián se acerca, y me comienza a besar el cuello.

—Ayer cuando te estaba follando, si dijiste que eras mía.
Me quedo pensando por un momento, no quiero ceder, pero
en este momento acabo de perder la razón.

Abro mis piernas, y ahora puedo sentir la erección de Sebastián.

—Amalia, levántate y quítate prenda por prenda ante mis ojos,
quiero ver tu cuerpo con total claridad.

—¿Por qué tendría que hacerlo? —Reclamo muy molesta.

—Por que tú ya me viste a mí, a toda claridad.

—Pero, yo no te lo pedí Sebastián.

—Pero te gusto verme, así que ahora tienes que hacerlo.

—Está bien lo haré —Le digo mientras me levanto de la cama.
Sebastián se sienta en la cama, y yo comienzo a bajar el cierre
de mi vestido, que esta a un costado y lo dejo caer al piso.

Me sorprendo al ver que Sebastián, pasa saliva en su mano y
se masturba frente a mí, eso hace que me moje aún más pero,
ahora desabrocho mi sostén y lo tiró al piso y después bajo mi
tanga hasta mis tobillos, para quitármela totalmente, estoy
completamente desnuda ante sus ojos, y no me siento
incómoda es todo lo contrario.

—Ven, Amalia ahora quiero que me montes, yo te enseñaré
como lo harás.

Yo obedezco y me siento sobre él, con mis piernas abiertas,
Sebastián agarra su miembro y lo introduce dentro de mí, aún
me duele un poco.

—Amalia, estás tan cerrada que me vuelves loco —Me dice
mientras se coloca sobre mí.

Sebastián me toma de la cintura, con sus manos.
—Puedes moverte de arriba y abajo para que sientas placer
hermosa —me dice Sebastián, mientras él me mueve, hacia
arriba y abajo con sus manos en mi cadera.

Cuando ya puedo hacerlo bien, él suelta mis caderas, y posa
sus manos en mis senos pellizcando mis pezones, yo acelero
mis movimientos, hasta que siento que estoy tocando el cielo,
por el placer que siento en este momento.

Igual que ayer, siento como llegan los escalofríos a mi cuerpo,
Sebastián sabe que podría tener mi orgasmo en este
momento, por eso me levanta y me acuesta sobre la cama, y
me abre las piernas y se coloca sobre mí, entrando sin piedad
en mí.

—Ayer te dije Amalia, que cuando volviéramos a estar juntos te follaría sin piedad, hasta dejarte sin respirar.

TAN SOLO UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora