Capítulo 4. Consecuencias

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Christina

Mi tía regreso a la cocina y no pude evitar sentirme aliviada. No encajaba siquiera con la servidumbre y era que todos hablaban como si pertenecieran realmente a este mundo lleno de reyes y reinas. Las mujeres más jóvenes estaban entusiasmadas con una tal depuración y muchas me preguntaron que si no me convertiría en doncella para entrar en la tómbola. Las mire confundida porque no entendía nada, aunque una de ellas me explico de qué se trataba la depuración y en aquel momento negué efusiva con la cabeza.

— ¡Su alteza real!—exclamo mi tía al tiempo en que iba a sentarse para cenar. Todos se pusieron de pie e hicieron una reverencia, menos yo y me encontré de frente con unos ojos negros. Tan oscuros como la noche misma y sentí un pequeño picor en el brazo derecho—Haz la reverencia—escuche decir a mi tía entre dientes—Debes inclinarte—me puse de pie rápidamente e hice aquella inclinación con disgusto.

Todo aquel lugar se encontraba bajo un silencio sepulcral, algo que me hizo entender que su alteza aparte de ser respetado, era temido por todos los que se encontraban allí presente. Mi tía alguna vez me había hablado sobre el futuro rey y su extraña forma de comportarse, aunque yo no fue que le preste mucha atención en aquel momento. Nunca pensé que podría siquiera vivir en un lugar como este y ahora mismo me reprochaba porque quizás necesitaba aquella información para saber a lo que me estaba enfrentando.

Escuche sus pasos acercarse; luego una suave y delicada mano me tomo por la barbilla. Reaccione al instante tomándole por la muñeca y me olvide por completo de todo el protocolo real. Levante la mirada y lo mire fijamente, mientras él observaba perplejo como sostenía su muñeca con poca sutileza. No sabía a qué estaba acostumbrado aquel hombre, pero la distancia era parte del respeto por lo menos en mi mundo.

—No me toque—dije con los dientes apretados y dejando ir su muñeca con brusquedad—No permito que nadie lo haga y usted no será la excepción— él dio un paso atrás, mientras yo sentía un ligero escozor en el brazo.

— ¿¡Cómo osas de hablarle así al futuro rey!?—espeto con molestia alzando la voz, mientras me recorría con la mirada de manera despectiva—Una mujer con tu apariencia debería sentirse alagada por un simple gesto mío, debería estar inclinada ante mí—miré a mi costado donde mi tía seguía con la cabeza inclinada y negaba con la misma para que me quedara en silencio, pero en este momento no podía obedecerla.

—Entonces ahórrese su gesto para alguien quien si lo desee, porque yo no se lo he pedido su alteza—quería decir tantas cosas, pero preferí dar media vuelta y salir de allí. Porque sabía que aquel maldito encuentro podría salirse de control.

Cerré la puerta detrás de mí y pensé en salir huyendo en aquel mismo momento ¿pero a dónde iría? No sabía siquiera como iba a soportar no explotar cada vez que alguien intentara arrastrar por el suelo mi dignidad. Si algo me había enseñado Arthur Bradford era que debía defenderme sin importa de quien viniera aquella ofensa, nadie tenía derecho hacerme sentir menos. Nadie tenía derecho hacerme sentir inferior.

Tome el móvil y marque el número de Susan. Era la única amiga que había hecho en los días que pude asistir a la universidad y la única persona a la que tenía confianza. Me había ayudado con muchas ideas para mis novelas, aunque ahora necesitaba sus consejos en esta nueva realidad.

Mi chica Bradford—dijo en cuanto levanto el teléfono. Me quede en silencio por un momento y sentí un nudo en la garganta—Es tu primer día, no puede ir tan mal ¿o si?—tome una larga respiración, trate de que el aquel nudo desapareciera para poder hablar.

—Es una mierda—dije al fin—Pensé que estaba superada, que la maldita etapa de sentirme mal antes los comentarios crueles sobre mi aspecto la había superado. Pero hoy me di cuenta de que no es así...

Chris, diablos amiga no sé qué decir.

—Y para completar tuve que enfrentarme al futuro rey—la escuche maldecir algo característico en ella y sabía que se estaba acomodando en su sillón. Le encantaba el cotilleo era su única debilidad.

Sí que sabes cómo hacer una entrada triunfal y ¿Cómo es el maldito? ¿Está bueno? —recordé su mirada oscura y aquel rostro que parecía haber sido tallado por los dioses, pero estaba demasiado encabronada para darle una respuesta sobre aquello.

—Susan necesito un consejo, no que me cuestiones sobre el aspecto del susodicho—sabía que ella solo trataba de aligerar el ambiente, pero también sabía que le picaba la curiosidad.

Lo siento, tú me llamas para contarme tu desgracia y yo aquí siendo despreciable—no pude evitar la sonrisa que arribo a mis labios. La estúpida sabia como sacar lo mejor de mí—Sé que no es fácil, que nosotras las gordas tenemos que pasar por eso y más, también sé que no quieres hacer nada mal para no poner a tu tía en una situación incómoda. Solo puede decirte lo mismo de siempre, ignora todo; vales mucho y lo que tienes por dentro es lo que al final en verdad importa. La gente siempre tratara de llevarte al límite, sin embargo tú eres la que permites si te llevan allí o no.

No tenía idea de cómo lo hacía, pero siempre tenía las palabras correctas para cada momento. Susan también era plus size, pero había aprendido hacer oído sordo a todos los comentarios despectivos y yo me encontraba muy lejos de ser como ella. Con sinceridad, no sabía si llegaría ese momento de mi vida en él podría simplemente vivir sin sentirme todo el tiempo amenazada. Pero mientras ese momento llegaba, sabía que podría contar con Su para ayudarme.

—Gracias Su...—dije y la escuche soltar un resoplido.

Nada que agradecer, sabes que siempre estaré cuando me necesites—puse fin aquella llamada y trate de mantenerme serena. Aunque presentía que mi reacción traería graves consecuencias.

Una reina sin medida (Plus size Queen #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora