Capítulo 5. Placer y dolor

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Andrew

La había observado darme la espalda y salir de la cocina. Me reí sin nada de gracia porque estaba perplejo ante su osadía. Christina sí que era una caja de sorpresas; yo demasiado exigente para su conveniencia y algo vengativo nótese el sarcasmo. Aunque había algo en aquel rostro redondeado, mejillas sonrojadas y ojos color miel, sin embargo no podía ignorar que era gorda. No podía si quiera plantearme la idea de involucrarme con ella y mucho menos después de aquel desaire de hace un momento. Aunque aun así podría divertirme un buen rato con ella.

—Amelia—llame con voz áspera y firme—Me gustaría hablar con usted a solas—aquella mujer levanto la cabeza y pude ver el miedo en su mirada. No debía temer, aunque saberme dueño de tanta autoridad me gustaba.

La guié hacia uno de los salones contiguos a la cocina y me quede de espaldas mirando por aquel ventanal. Pensé muy detenidamente mis siguientes palabras. Tenía que mostrar mi autoridad y aquella chica no podía simplemente llegar y faltarme al respeto sin tener alguna consecuencia. Amelia sabia mejor que nadie que no lo dejaría pasar, no era de los que dejaba pasar las cosas por alto. Le haría entender a su sobrina que ante mi debía inclinarse. Quizás de varias formas diferentes.

—Tú sobrina me ha faltado al respeto—comencé diciendo—Me ha insultado con su actitud tan fuera de lugar.

—Su alteza real me disculpo por Christina, ella está bajo mucha presión ahora mismo, pero prometo que la guiare para que esto no vuelva a pasar. Todo esto es nuevo para ella—sabía que lo haría, pero yo tenía otros planes y no daría marcha atrás.

—Quiero que se convierta en doncella—el silencio que acompaño a mis palabras fue incómodo y tuve que girarme para poder ver la expresión de su rostro.

—Su alteza, ella...—dijo, pero no le permite que continuara hablando.

—Se cuál es su preocupación, pero no voy hacer nada que ella no quiera— mis labios se curvaron en una maliciosa sonrisa y la observe asentir en confirmación —Sé que puede convencerla, tampoco es que tenga opción—Me miro con preocupación y sabía que tenía algo más que decir, así que la incite hacerlo con un gesto de la mano.

—Solo no la lastime su alteza. Chris ya está muy rota, su corazón ha sufrido demasiado se quedó prácticamente sola—pude observa un atisbo de lágrimas, pero no me interesaba lo que había pasado en la vida de aquella chica, para ser sincero ni siquiera me conmovió su tristeza.

—Soy su alteza real, no debes preocuparte—hizo otro asentimiento de cabeza mientras se apresuraba para salir de aquel salón.

Espere unos minutos y luego lleve mis pasos hacia mis aposentos. Me encontré de frente con Kathleen quien parecía también tener curiosidad por conocer a la nueva inquilina y yo no iba a ser quien le advirtiera sobre la complicada actitud de la chica. Había pasado mi mal rato al conocerla ahora le tocaba a ella.

—Solo espero que no hayas hecho alguna estupidez de las tuyas—comento y la vi perderse en el pasillo que lleva a la cocina con premisa.

Entre en mi habitación y lleve mis pasos al balcón para contemplar el jardín. Las luces de Canterbyll se observaban en el horizonte una ciudad realmente hermosa. Todavía no podía creer que dentro de muy poco yo gobernaría aquellas tierras y por momentos sentía que quizás no era digno de llevar las riendas, de tener el control, sin embargo había nacido para ser rey y eso ni yo mismo podía controlarlo. Pero lo que si podía controlar era el hecho de que podría tener la mujer que quisiera y hoy era una de esas noches en las que mi cuerpo necesitaba ser admirado. Después de aquel desplante por parte de la nueva invitada necesitaba descargar la ira que comenzaba a bullir por mis venas y tenía que alimentar mis bajos deseos. Unos buenos azotes con mi fusta ayudarían, aunque a decir verdad era a Christina a la que quería castigar.

Sumí mi aposento en una oscuridad absoluta, ni siquiera la luz de la luna se podía colar por las rendijas. Tome la tableta que descansaba sobre la cama y observe el siguiente rostro en la lista. Era una de las doncellas y la había visto pulular de un lado otro por los pasillos de palacio. Hoy era su día de suerte, pues podía pulular por cada rincón de esta habitación y la llevaría a sentir el más rico de los placeres. Escribí el mensaje para que el vigía la hiciese venir y me fui deshaciendo de cada una de las piezas que cubrían mi cuerpo. Pulse el botón que poseía aquella pared falsa y observe todos mis juguetes favoritos con admiración.

—Su alteza—escuche decir con voz dulce y una sonrisa adorno mi rostro, me acerque a ella mientras con una palmada aquellas luces rojas le regalaron un tono sombrío a la habitación.

—Quítate la bata—demande y pase el cuero de mi fusta por sus labios. La atrape observándome el pene y aquello solo provoco que este se pusiera más firme—Ahora quiero que te pongas en cuatro sobre la cama—lo hizo de manera obediente y me mordí los labios al contemplar aquel culo desnudo.

Lo acaricie con delicadeza y pase mis dedos por la entrada de su ano. La escuche contener la respiración y me acerque a su rostro para mordisquear sus labios. Pase mi lengua por su labio superior y luego mordisque el inferior hasta dejárselo hinchando. Deslice la fusta por su trasero para tantearla un poco, pero ya no me podía seguir resistiendo así que lance el primer azote. Sentí mis pulsaciones acelerarse y la lujuria corrió por mis venas. Sería una noche de placer y dolor, porque aquí yo era el puto amo.

Una reina sin medida (Plus size Queen #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora