Capítulo 12. Vendida

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Christina

Desamarro mi delantal y me sujeto con más firmeza por la cintura, sus labios rosaban los míos suavemente, pero aun no me besaba, sabía que buscaba jugar con mi mente envolverme en aquella pasión abrazadora que me haría suplicarle que deseaba mucho más, pero yo había jugado este juego una vez, aunque debía admitir que el hombre frente a mí no era cualquier principiante. Tomo con sus dientes mi labio inferior y luego pasó su lengua provocando que contuviera la respiración, el ruido de la lavadora de fondo no era para nada romántico, pero realmente nada de lo que estaba haciendo ahora era romántico.

Andrew—dije con la respiración acelerada, me miró fijamente a los ojos y pude ver la llama del deseo arder en los suyos.

—Ninguna me había llamado por mi nombre—dijo pasando su pulgar por mis labios—me encanta como se escucha pronunciado por estos deliciosos labios.

Hizo un lento recorrido por debajo de mi falda y el roce de sus manos se sentía como el toque de una pluma, no eran ásperas y rasposas, eran las dignas manos del futuro rey. Me miro cuestionante cuando sintió aquellas licras debajo de la falda, pero no podía ir simplemente con panties medias como las demás doncella que esperaban con ansias su oportunidad con él, yo ni siquiera me imagine con él en una situación como esta.

—Estas muy húmeda—me susurro cuándo rozo sus dedos sobre mi sexo por encima de aquellas licras y sí, me encontraba completamente mojada, lo estaba desde nuestro encuentro en su habitación, pero no iba admitirlo.

Bajo el cierre de la falda y este cayo a mis pies, me contemplo por un segundo y se relamió los labios, yo no era igual que las demás, mis caderas demasiado anchas y mi trasero demasiado llamativo y con aquellas licras era mucho más notorio todo el paquete y no hablemos de la parte frontal. Me sujeto por el cuello y pego su cuerpo bruscamente al mio, sentí su erección dura y firme cuando se inclinó para rozar la misma sobre mi coño.

—Su alteza—dije con la voz entrecortada, mientras él se divertía mordiendo y besando mi cuello y sus manos se cerraban de manera firme en medio de mis piernas.

—Llámame Andrew y no digas nada, simplemente déjame disfrutar mi fantasía—Y allí lo supe tenía que detener aquella locura, esto no nos llevaría a ningún lado, al final yo iba a ser la única que saldría lastimada.

—Deténgase—dije sobre sus labios—Por favor Andrew detente ya— aparto sus manos de mí y yo me apresure a levantar la falda y el delantal del piso, si, estaba huyendo nuevamente, pero era por mi bien así que salí del lavado dejando allí a su alteza, más duro que el piso bajo mis pies.

Escuche sus firmes y determinadas pisadas detrás de mí y luego sus brazos se cerraron sobre mi cintura, las cosas resbalaron de mis manos y cuando sentí sobre mi cuello su respiración descubrí que se comenzaban a resquebrajar mis defensas. Agradecía que aquel pasillo estuviera solitario, porque sentí vergüenza por sentirme tan afectada por él. Me hizo girar sobre mis talones y luego impacto su boca sobre la mía, nuestras lenguas se encontraron y se sintió bien, malditamente bien.

— ¿Qué quieres de mí?—pregunte aunque era bastante estúpida aquella pregunta.

—Poseerte—afirmó, pero yo no podía rebasar aquel límite con él, ni con nadie más y agradecí las escuchar aquellas pisadas acercándose que lo hicieron apartarse bruscamente de mí y luego uno de los capataces paso por nuestro lado y aproveche la oportunidad para al fin escapar— ¡Christina!—lo escuche vociferar, pero yo no me detendría, no podía, ni debía dejar que el me poseyera.

Me encerré en mi habitación y comencé a caminar de un lado a otro con ansiedad, tenía que salir de este lugar, pero ¿a dónde iría? Volver a casa no era una opción y quedarme aquí tampoco, pero nada bueno saldría de aquella obsesión del príncipe y yo a fin de cuentas sería la más perjudicada, porque el rey y la reina nunca dejarían que su hijo tomara enserio una mujer como yo.

Me senté frente al ordenador y observe el capítulo sin terminar que me mostraba la pantalla, me había desenfocado, me estaba desviando del objetivo por el cual había aceptado en primer lugar convertirme en doncella, todo este roce con el príncipe me estaba nublando la mente, me estaba volviendo blanda y no podía darme el lujo de dejarlo meterse bajo mi piel.

—Christina—escuche que llamaban del otro lado de la puerta. Era Amelia.

—Puedes pasar—dije, mientras trataba de mostrarme calmada.

—Pensé que estabas en el lavado.

—Estuve ahí—conteste cortante.

—El príncipe—dijo, pero no permití que terminara.

—No quiero ser una doncella—dije de manera apresurada—No puedo seguir siendo doncella tía Amelia, tienes que hablar con la reina, con el rey, con quien sea, pero no puedo seguir haciendo esto—Ella se quedó en silencio, uno que presagiaba que algo pasaba—Tía—insistí.

—No puedo hacer nada Christina, no entiendes hasta qué punto le debo lealtad a la corona y tú deberías estar agradecida por tener techo y comida—Y cuando me dio la espalda lo entendí, ella me había vendido aquel hombre.

Una reina sin medida (Plus size Queen #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora