♕Christina♕
Miraba mi reflejo en el espejo con frialdad, sin embargo, no pude evitar las lágrimas que rodaron por mis mejillas. Mi rostro estaba pálido y el dolor en mi estómago era cada vez más fuerte, pero estaba aguantado, sabía que tenía que soportar o admitir de una vez por todas que Paxton me había ganado. El estrés, la angustia y la incertidumbre me estaban pasando factura; era probable que mi gastritis se agravará y eso me aterraba. Levanté los brazos cuando la modista lo pidió y traté de apartar aquellos pensamientos. Está hizo los últimos ajustes aquel vestido y de todas formas no pude tomarle cariño al mismo. Había perdido algo de peso y aquello tenía a todos preocupados.
—Está muy pálida excelencia, deberíamos llevarla a qué la revisen —miré a la señora Dupont a través del espejo y pude notar la angustia en su mirada.
—Iré al dispensario de la villa, sé que solo es estrés. La doctora Naville me puede atender —sabía que no era lo que pedía, pero no se atrevería a contradecirme.
—Ya los arreglos están listos su excelencia —. Dijo la modista y procedí a quitarme aquel vestido más rápido de lo esperado. Ya era demasiado con tener que usarlo mañana.
La señora Dupont me ayudó a vestirme y a regañadientes me acompaño hasta el dispensario. La villa estaba silenciosa y en vez de una boda, parecía que estaba a punto de celebrarse un funeral y no era para menos. Paxton había marcado su territorio, sembró el terror entre los aldeanos y todos ellos lo despreciaban, aunque trataban de demostrarme su apoyo. Me había ganado su confianza y respeto, por eso nadie se había atrevido a comentar al respecto.
— Excelencia —saludo uno de ellos, el señor Phillips. Uno de los miembros más importantes de la villa y un aliado de lo más fiel —¿Le sucede algo? —pregunto con sincera preocupación.
—De todo señor Phill —. Dije sin detenerme a pensar en lo que decía, aunque para él esto no era una sorpresa —, pero ahora lo que más me molesta es el estómago —me miro con lastima y no pude culparlo.
—Si se dirige al dispensario, la señorita Naville no está —pose la mirada sobre la señora Dupont y pude ver la satisfacción en su mirada —Salió muy apresurada, puesto que mañana será un día de caos para ella con todo el acontecimiento —pude notar la resistencia cuando menciono esto último.
—Pues no tenemos otra opción excelencia —se apresuró a decir la señora Dupont —Mandare a preparar el vehículo para llevarla a la ciudad y no aceptare un no como respuesta —y no pude negarme, porque no tuve más opción.
Salimos de la villa con discreción, aunque el guardaespaldas de Paxton se dio cuenta del movimiento y nos siguió muy de cerca, cosa que realmente me tenía sin cuidado. La señora Dupont había preparado todo para que me recibieran en el hospital de la ciudad y mantuvo al guardaespaldas a una distancia prudente de mí. Ella no confiaba en él y el no confiaba en ella, pero habían pactado llevar la fiesta en paz ya que tenían que vivir bajo el mismo techo. Sabía que la señora Dupont lo había hecho para evitarme más angustia.
—Tengo órdenes de no perderla de vista —inquirió cuando la señora Dupont le impidió la entrada al consultorio.
—Necesita privacidad y sentirse cómoda, como puede darse cuenta señor De la Torre no hay nada sospechoso, así que puede esperar aquí afuera — sabía que David solo estaba siguiendo las órdenes de Paxton y no podía culparle, sin embargo, me sentí aliviada con aquel movimiento de la señora Dupont y las dos nos perdimos dentro del consultorio.
Me acomode sobre aquella silla frente al médico y este me hizo un pequeño gesto de respeto inclinando la cabeza ante mí. Sentí un fuerte punzo en el estómago y contraje el rostro, no sé porque me pareció que el hombre frente a mí había clavado su mirada sobre la señora Dupont, aunque era muy probable que el dolor me estuviera haciendo alucinar.
—Bienvenida excelencia, soy el doctor Bill Henry y seré su médico de cabecera de ahora en adelante. Tengo entendido que sufre de gastritis y que ha tenido muchas molestias en estos días —asentí en afirmación.
—Cuando estoy bajo estrés o presión suelen aparecer los síntomas, como en este momento —me agarre el estómago para amortiguar un poco aquella sensación.
—Le voy a pedir que pasemos a la otra habitación. —pidió con amabilidad y nos pusimos de pie para pasar al otro cuarto —vamos hacer una ecografía para descartar posibles úlceras —escucharlo decir aquello me asustó, pero trate de disimularlo.
Me recosté sobre aquella fría camilla y Bill me pidió que me subiera la blusa hasta la altura de los senos. La señora Dupont se mantuve de pie en uno de los rincones y se quedó mirándome como una madre miraría a su hija. Con amor, con miedo y tratando de transmitirle toda la confianza que necesitabas y le estaría inmensamente agradecida con su apoyo. El doctor Bill vertió aquel líquido frío sobre mi vientre y no pude evitar estremecerme. Hacía tiempo que había olvidado como se sentía, que había olvidado aquella sensación. Desde la muerte de mi familia.
—Sí —expreso Bill sin apartar sus ojos de la pantalla —, puedo ver qué tú estómago está un poco irritado —comenzó diciendo cuando movió aquel aparato sobre mi vientre —, pero veo algo más...—. Dijo y se volvió hacia la señora Dupont.
—¿Qué pasa? —Pregunte asustada y este rápidamente cambio el aparato por uno distinto que se encontraba junto a este.
—Eso es un... —. Dijo la señora Dupont, clave los ojos sobre ella y está pareció estar confundida.
—Doctor Bill —. Dije con voz inestable —¿Qué es lo que pasa? — volví a preguntar y este hizo de nuevo el proceso anterior, pero con el nuevo aparato.
Sincronizo lo que pareció ser el volumen y unos latidos resonaron en toda aquella habitación. Me quedé fría y la señora Dupont salió del rincón en aquel momento para acercarse hacia mí. El corazón me comenzó a latir con fuerza, podía escuchar mis latidos fuertes y claros en los oídos junto con aquel palpito que parecía provenir de mi vientre, pero era imposible, aquello no podía ser verdad. Esto no podía estar pasando.
—Está embarazada su excelencia —la mujer a mi lado me tomo de la mano y no pude evitar apretarla con fuerza —Tiene usted ocho semanas —Me quedé en absoluto silencio tratando de procesar lo que aquel hombre había dicho.
Y clave los ojos sobre la señora Dupont, mientras apretaba su mano con mucho más fuerza, porque ahora si era verdad que todo se había complicado.
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Una reina sin medida (Plus size Queen #1)
RomanceChristina Bradford había perdido a su familia por culpa de la pandemia y su sueño de convertirse en una gran escritora se encontraba en la cuerda floja. El poco dinero que tenía ahorrado tuvo que utilizarlo para los gastos fúnebres y si le sumábamos...