Martes, quince de Junio del dos mil veinte.
Finalmente, me deshago de todo lo que compré. Toda esa ropa diminuta, los pocos juguetes, peluches y accesorios para ese niño que nunca pudo usarlos terminan perfectamente doblados y acomodados en una caja de cartón.
Estaba decidida a algo. Y si el destino iba a seguir comportándose como un cabrón conmigo al ponerme en estas situaciones, yo iba a avanzar, así me pasara un enorme tsunami encima.
Aunque no puedo evitar romperme nuevamente cuando me siento sobre el suelo a leer las cartas que le escribí al chico que amo.
Nunca podré estar más agradecida contigo por todo lo que me has dado. Incluso después de tu partida, me diste más felicidad cuando me enteré que estoy esperando al bebé que tanto me dijiste que deseabas.
¿Lo recuerdas? Una vez me comentaste que uno de tus sueños a futuro era tener un pequeño que llevara tu sangre y tu apellido. Y me alegra haber sido aunque sea por unas cuantas semanas, la madre de tu hijo.
Y aunque sé que nosotros fuimos tan espontáneos y repentinos como lo es el tiempo en sí, en mi mente siempre seremos tan eternos como el brillo de una estrella.
Aprieto los ojos, percibiendo como un par de lágrimas ruedan por mi rostro, hasta mojar el papel. Y bufo, cansada de esto.
Cansada de expulsar agua por los ojos. Cansada de escribirle cartas a un destinatario que nunca va a leerlas. Cansada de odiarme por todo lo que no pude hacer.
Decido limpiar mis cachetes con las orillas de las mangas de mi suéter, sorbiendo mi nariz, la cual está roja al igual que mis ojos.
Abrazo contra mi pecho los sobres, y me armo de valor antes de juntarlos todos y tras contarlos, los deposito en otra caja, con la intención de hacer lo mismo que con la ropa.
En total, se sumaron poco más de cincuenta cartas con el mismo nombre escrito en el sobre. El nombre del chico de los ojos negros y llenos de estrellas.
Sabía que, algún día, quizá demasiado lejano o no, podría sanar todas estas heridas.
Miércoles, dieciséis de Junio del dos mil veinte.
Hinami, por su parte, sigue viniendo a verme. A veces con una sonrisa, a veces sin una. Y es que lo entiendo, es casi imposible lidiar con una persona deprimida. Una persona que, aunque lo desea con toda su alma, no quiere salir del enorme pozo sin fondo en el que está resguardado del mundo entero.
No como. No duermo. No hablo. No hago nada, solo odiarme a mi misma.
Odiarme a mi y a la inmensidad del universo por hacerme esto.
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arôme de rose » nakamoto yuta, lee jeno
Fanfiction❝Tu aroma se disipó en el aire, tus mentiras ahora solo son ecos que resuenan en mis oídos, y las huellas de tus dedos, lejos de yacer simplemente en mi piel, ahora solo se aferran con fuerza, quemándome.❞ S E G U N D O L I B R O Kita Nanami ya n...