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P. O. V  Daniela

La tía Emy estaba muchísimo mejor. Había confiado en Dios ya sea que sucediera lo peor o que él en su inmensa misericordia decidiese salvarla de la muerte. Estaba orgullosa de mi Tía pero se enfrascaba en recalcarme que era ella la que estaba orgullosa de mi.

Los doctores no se creían semejante mejora. Mientras, yo sabía que él doctor supremo había oído nuestras oraciones. Hoy le dieron el alta y estábamos en el taxi hablando de cosas de la iglesia y de mis amigos.

—Siga recto, y giré a la derecha en el cruce. —ordené al taxista.

La trigueña me miró algo desconcertada.

—Esa no es la dirección a la casa. —dijo con voz calmada.

—No vamos a casa. —concluí sin ánimos a dar muchos detalles.

Estoy segura de que mi Tía comprendió a la perfección a donde íbamos. Por ello, calló en todo el transcurso del viaje.

Al llegar ambas nos bajamos. Le pagué al taxista y miré con detenimiento la gigante casa que estaba frente a mi. Miles de recuerdos llegaron a mi cabeza, algunos no tan malos y otros no tan felices. A pesar de eso, sonreí.

—Hace tiempo que no piso este lugar. —comenté tranquilamente.

Mi Tía pasó su brazo por mi espalda y me acarició, pero no dijo nada. Antes me hubiese dado miedo enfrentar esto, pero ya no. Me sentía fuerte, gracias a Dios, así era.

Caminamos hacía la puerta. Sabía que había detrás. Allí estaban mis padres, esperándome. Les llamé y les dije que quería conversar. Antes de tocar pensé en Joshua. Espero que mi príncipe me perdone por venir sin él, pero es algo que debo solucionar yo. Aunque no estoy sola, nunca más estaré sola. El Gran Yo Soy está conmigo.

Al llamar. Mi madre no se tardó en abrir. No se como explicar la incomodidad que había en el ambiente. Entre ella y yo, entre ella y su hermana. Todas estábamos incómodas.

—Hola, Betty. —saludó mi Tía.

—Hola, Emy. Te felicito por tu maravillosa recuperación. —pudo responder.

—Hola mamá. —dije.

—Hola, Dani. Pasen. Tomen asiento. —dijo rápidamente sin mantener contacto visual conmigo.

—No, no. Yo me quedó afuera. Ustedes conversen tranquilos. Estaré mirando las flores del jardín, que por cierto están preciosas. —dijo Emy.

Mi madre asintió incómoda y abrió la puerta completamente. Se dirigió hacia el salón y yo la seguí. Allí estaba él, sentado.

—Hola padre. —dije y el levantó la vista hacia mi y sonrió con ironía.

—¿Quieres algo de tomar? —dijo mi madre, nerviosa.

—No, gracias. —me aclaré la garganta y proseguí lentamente— Hoy vine a conversar con ustedes. Quiero pedirles perdón por comportarme mal la mayoría de las veces. Yo...he cambiado, encontré a un nuevo amor que no me hace daño y...

—Te refieres a ese chico insolente...el tal Joshua. —comentó mi padre.

La piel se me erizó. De pronto mis manos comenzaron a sudar.

—No es insolente Padre. Es un buen chico. Pero no me refiero a él. Hablo de Jesús.

El hombre estalló en risas.

—Tenía que verlo para creerlo. —dijo burlándose— Tú, ¿religiosa?

—Cristiana —corregí, luego respiré profundo y rogué paciencia al Cielo—, Padre. Y sí. Yo soy cristiana ahora. Por favor deja de burlarte. Dios me dio una segunda oportunidad, el me ama, y a ustedes también. Gracias a él soy libre y hoy también les perdono y les otorgo una segunda oportunidad para conmigo.

The Sons of the King  [Novela Cristiana] (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora