Capítulo 9

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Zoro se puso de pie y tendió su mano a Robin para ayudarla a levantarse también, ella lo miro con extrañeza, no entendía por qué se levantaban.

– No soy tan idiota como para tener sexo contigo en el patio trasero de la galley-la, ven vamos buscar una habitación de hotel. – ella sonrió ante el hecho de que Zoro haya considerado esa opción, caminaron de la mano hasta salir del terreno de la compañía de carpinteros, no querían que alguien los viese de la mano y se crearan líos innecesarios. Aunque tan inmersos como iban en su burbuja no notaron la sombra tras la ventana en la casa-habitación que los observo salir.

Llegaron a un hotel en el centro de la ciudad, pidieron una habitación y le dieron propina extra a la recepcionista para que no dijera que los vio entrar allí. La chica les juro que no diría nada y les entrego una llave, Robin la tomo y encabezo el recorrido hasta llegar al tercer piso. Habían pasado a comprar un par de botellas de sake y unos bocadillos.

Entraron en la habitación y en el centro de esta se encontraba una cama de tamaño King con dosel, en una de las esquinas había una mesa con dos sillas, lugar donde dejaron las botellas de sake y los bocadillos, Zoro abrió una botella y le dio un trago, la extendió hacia Robin quien la recibió mientras lo miraba directo a los ojos, gesto que erizo la piel del espadachín, quien se sonrojo levemente, aún no entendía como esa mujer lo ponía a mil, como con un simple gesto era capaz de poner su mundo de cabeza.

– ¿estás segura de esto mujer? – le pregunto acercándose peligrosamente a ella.

– ¿estas dudando kenshi-san? – respondió a cambio con otra pregunta.

– Jamás dudo después de tomar una decisión, ya deberías saberlo. – se detuvo frente a ella y puso un mechón de su melena tras su oreja. – Mierda, ¿qué diablos hiciste conmigo mujer? – le susurro junto a sus labios.

– Creo que ya habíamos acordado que es lo mismo que me hiciste a mí. – respondió de igual manera.

– Sabes que todo cambiara si seguimos adelante ¿verdad? – para el espadachín, la tripulación, el sueño de su capitán, el suyo propio y el futuro de sus nakamas le preocupaba. Pero el deseo que sentía por la arqueóloga se estaba volviendo casi insoportable.

– Seguiremos siendo nakamas, no te estoy pidiendo sentimientos si eso te preocupa, te deseo Zoro, somos adultos, creo que podemos manejar la lujuria y seguir siendo compañeros. – ella como siempre tenía era la voz de la razón.

– Me encanta como piensas. – y tras eso se lanzó salvajemente a sus labios, Robin correspondió el gesto hundiendo sus dedos en el verde cabello de su compañero y jalando sus hebras.

Las manos del peliverde recorrían el cuerpo de Robin sobre la tela de la ropa marcando cada curva, le quito la blusa casi con desesperación y se detuvo unos segundos para admirar su semidesnudo cuerpo, la arqueóloga no llevaba brasier y eso lo excito aún más, la pelinegra hizo lo mismo, y los marcados músculos en el torso del espadachín quedaron libres, ella paso un dedo recorriendo la cicatriz que le había dejado Mihawk, llego hasta el broche de su pantalón y abrió el botón, comenzó a bajarlos pasando por los muslos, desde donde el mismo Zoro se los quito por completo de un solo movimiento, la pelinegra hizo lo mismo con los suyos ayudándose de un par de manos extras, al quedar ambos completamente desnudos el espadachín aprovecho para admirar el cuerpo de su nakama y aunque Robin ya era unos centímetros más alta, la tomo de la cintura y ella enredo sus piernas alrededor de la cadera del espadachín y bajo su cabeza para seguir besándose mientras Zoro los conducía a ambos, sus sexos rozándose con el andar. Llego hasta una pared cercana donde apoyo la espalda de la morena y se introducía en ella sin previo aviso, Robin soltó un agudo gemido de placer debido a la intrusión y comenzaba a moverse en el ferviente ritmo que marcaba el peliverde. Entre gemidos y gruñidos pasaron de la pared a la cama, en donde Zoro recostó a su compañera y se posiciono sobre ella, besando su cuello y bajando lentamente en un camino de besos, se detuvo en sus pechos dedicándoles atención especial a cada uno, besando, lamiendo y succionando sus pezones.

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