Capítulo38

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Luego de ver que el brazo de la mujer sangraba y ambas pedían ayuda a gritos se dio cuenta que no era una broma y dejando de lado su lucha con el monje, decidió ayudar a las recién llegadas, ¿cualquiera haría los mismo en su lugar no es así? No podía solo dejar que asesinaran inocentes y sobre todo si eran perseguidas por los hombres del falso shogun Orochi.

Se enfrentó al hitokiri Kamazo aunque se sentía en desventaja al faltarle una katana y no poder utilizar el confiable y fiel Santoryu, sus ataques de ittoryu y nitoryu no tenían la misma potencia, además estaba fatigado y hambriento, sin embargo, él sabía perfectamente que esas solo eran excusas y aquello no era propio de él, suspiro y a su mente llego la imagen de Robin en aquel archipiélago vacío "nunca vuelvas a escoger dejarme" no podía rendirse, y aunque aquella milésima de segundo de distracción le costó una herida de la guadaña del asesino en el hombro, aprovecho aquella oportunidad.

Apretó los músculos alrededor de la herida impidiendo la salida del arma, no era una katana, pero al menos serviría para potenciar sus ataques, sonrío con malicia mientras Kamazo intentaba quitar la guadaña, y de un solo movimiento Zoro tomo el mango del arma con su boca y lanzo un rápido y efectivo ataque contra su adversario que logro noquearlo, sin embargo el mismo Zoro, no quedo en las mejores condiciones luchar contra dos oponentes, más la sangre perdida por la herida, sumándole la fatiga y el hambre, lo hicieron caer y perder el conocimiento.

Cuando abrió los ojos se encontraba en una especie de cabaña abandonada, la mujer y la niña a las que había ayudado se encontraban allí.

— ¿Hm? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde están mis Katanas?

— Estas a salvo buen samurái, ¿hay algo que necesites? — pregunto amablemente la mujer de cabello turquesa

— ¡!mis espadas!! — grito de pronto cayendo en la cuenta que no tenía consigo a ninguna de ellas.

— Por favor acuéstate. Si no abrirás tus heridas otra vez. — volvió a hablar con calma

— Muchas gracias... por salvarnos antes. — le sonrío con los ojos anegados en lagrimas

— ¡Gracias!! — exclamo la niña, portando una enorme sonrisa

— Y pensar que te dejaste herir tan gravemente por nuestro bien.

— Me hirieron por mi ingenuidad, no tuvo nada que ver con ustedes. — respondio algo impaciente. — bueno ¿saben dónde fue ese sujeto enorme? ¡aún tiene mi espada! — dijo exaltado levantándose de golpe

— ¡no debes moverte! ¡Por favor quédate quieto! ¡no puedes salir con una herida así! — grito la mujer, tomándolo por el brazo herido

— Au, au, au ¿¡por qué no me jalas del otro brazo entonces, idiota!? — respondio molesto y adolorido.

— Kyaahh lo siento mucho. — respondio a cambio la joven. "maldición esto me gano por ayudar a los demás" pensó.

— Ah, pero sanaras muy pronto allá en la capital, rob... No, traje algo de aceite de sapo. — respondio Otoko y Zoro supo de inmediato que se refería a la farsa de Usopp,

— Entonces lo robaste. — le dijo a la niña con una sonrisa.

— ¡si te lo frotas en la herida, sanaras al instante, incluso heridas de filosas espadas!

— Claro que si, dijo en tono condescendiente y recibió el ungüento, sabiendo de ante mano que no le haría nada, termino de aplicarlo y se lo devolvió a la pequeña.

— Ten come algo. — la mujer de cabello turquesa le tendió un plato de comida

— Gracias, debo recuperar energías e ir por mi katana, ¿saben dónde puedo encontrar a ese monje?

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