Capítulo 7

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– Robin... lo sie... – comenzó a decir Zoro cuando sus labios se separaron.

– Solo me pedirás disculpas si realmente lo lamentas, por que yo no. – interrumpió la arqueóloga las disculpas del espadachín.

– Yo tampoco, me arrepiento, es...

– ¿Por qué no me sigues hablando de tus katanas? – lo volvió a interrumpir la pelinegra, intuyendo que a su nakama le era difícil expresar sus pensamientos y sentimientos, quizá porque aún no los tenia del todo definidos.

– Claro. – asintió agradecido de que la mujer a su lado no lo presionara. – mi Kitetsu me escogió para ser su portador. – sonrió algo arrogante ante el recuerdo, Robin lo miro extrañada esperando a que continuara con su relato. – fue en Loguetown.

– La ciudad del antiguo rey pirata. – acoto algo asombrada.

– Si, parada obligatoria en el east blue si quieres venir al Grand line. – confirmo el espadachín lo que ella ya sabía. – fui a la tienda de armas para conseguir nuevas katanas, las que tenia se habían roto en mi duelo contra Mihawk. El dueño de la tienda la tenia en oferta por que es una espada maldita, se dice que su portador tendrá un terrible final, no me la quería vender en un inicio, así que hice lo único que podía para probar si es que la katana quería irse o no conmigo. – Zoro le relato como había lanzado la katana al aire y está paso rosando su brazo sin cortarlo en absoluto. – así supe que la Kitetsu me había escogido, y luego de eso el dueño de la tienda me dio a Yubashiri, era su herencia familiar. – termino en tono solemne.

– Esas katanas son dignas de su portador. – Zoro solo le dio una sonrisa de medio lado algo desganada, se sentía muy mal por haber perdido a una de sus preciadas compañeras de lucha.

– Deberías intentar dormir. – le aconsejo a Robin luego de unos minutos de silencio.

– Tú también deberías hacerlo. – dijo ella poniéndose de pie.

– Estoy de guardia. – se excusó.

– No es necesario, ven vamos a dormir. – le tendió la mano y él la tomo sonriendo mientras negaba, se puso de pie y quedo frente a ella, y aunque Robin era unos siete centímetros más alta, se sintió pequeña ante la intensa mirada del peliverde que veía directo a sus ojos, tan profundos como el mismo océano. La mano que le había tendido para que se pusiera de pie aun los mantenía unidos.

– No se que estás haciendo conmigo, mujer, me vas a volver loco. – confeso de pronto, tomándola por sorpresa.

– Podemos hacer lo que quieras kenshi-san. – susurro en su oído antes de besar la comisura de sus labios y entrar nuevamente en la casa-habitación.

Zoro se quedo de pie totalmente inmóvil ante ese inesperado acto, sonrió para sí y entro en el lugar, no supo exactamente en qué momento se durmió, pero al despertar noto que había dormido durante un día entero.

– Al fin despiertas marimo inútil. – fue el saludo de Sanji mientras preparaba el desayuno, Luffy ya se encontraba sentado a la mesa, aún dormido, pero comiendo los bocadillos que Sanji le había dejado.

– Buenos días Zoro. – lo saludo Robin saliendo del cuarto de baño y el espadachín no pudo evitar el sonrojo que se asomó en sus mejillas.

– Hey. – dijo mientras la saludaba con un movimiento de cabeza, la morena sonrió y se sentó a la mesa junto a Luffy y Nami, a quien Zoro no había notado hasta ese momento, ya que se encontraba agazapada y cabizbaja.

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