Capítulo 45

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)

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Él no podía olvidar cómo su cuerpo temblaba en sus brazos como una hoja y no podía olvidar el calor en sus labios devolviéndole el beso. Su camisa de lino todavía tenía las arrugas de su agarre a la tela. No podía escapar de esas imágenes y sentimientos, incluso si hubiera deseado tener una forma de hacerlo. Habían quedado impresas en su mente, como si fueran huellas sobre cemento húmedo que se hubieran secado en el mismo lugar en que fueron dejadas.

Tampoco podía olvidar cómo volvió corriendo por las escaleras, sin aliento, y con su mirada fija en el punto donde había dejado a Candy, para no encontrarla allí. Corrió hasta la entrada del teatro y abrió las puertas de golpe, parándose en la acera tan repentinamente como lo hubiera hecho una aparición, sorprendiendo a todos los transeúntes. Miró a su alrededor. No la veía en ninguna parte.

Al final, se había ido...

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Candy había salido corriendo del teatro, con los rastros de lágrimas visibles por sus enrojecidas mejillas. Cuando pisó el exterior respiró hondo y se apresuró calle abajo. Para cuando Terry irrumpió por las puertas del teatro, lo había visto mientras estaba escondida en la esquina de la calle. Su corazón saltó al verlo inspeccionando el área. Dio un paso atrás, tras la seguridad de la esquina del edificio. Se volvió completamente de espaldas a la pared con los ojos cerrados. Toda la escena se repetía tras de sus párpados.

"Y Dios no quiera que si te vuelvo a besar, te encerrarás con Christian para follarlo hasta el cerebro durante una semana, solo para olvidarte de cómo te sentiste esa noche..."

"¿Qué sentí esa noche? ... ¿Sabes lo que sentí esa noche, Terry?"

"¡No sentí nada! ¡Ni una maldita cosa!"

"Mírame."

"Dime que no sientes nada por mí..."

El fantasma de su conversación se reproducía en su cabeza, cada frase hacía que su respiración se volviera más difícil. Se abrazó a sí misma, tocando con sus dedos donde las manos de él estaban hacía unos momentos atrás. La sensación de su cuerpo sobre el de ella aún era muy vívida. Sintió una mano sobre su hombro y saltó casi fuera de su piel. Abrió los ojos y miró al hombre que se había detenido frente a ella como si fuera de otro planeta.

"¿Está bien señorita?" Le preguntó. Ella parpadeó un par de veces hasta que se dio cuenta de que podía hablar.

"Estoy bien, gracias." Dijo y se aclaró la voz. Sonrió débilmente y abandonó la seguridad de la pared. Se enderezó y se pasó las manos por los ojos y las mejillas en un intento por recomponerse. No funcionó, pero empezó a caminar. Detuvo un taxi y se fue a casa.

Más tarde, cuando Christian pasó por su casa, a las siete, ella se veía completamente diferente a la chica sonriente que había besado antes en su cama. Ella no se sentía bien. Quizás era alergia al polen, porque sus ojos parecían inflamados. Sentía tener que cancelar la cena y a él le pareció bien. Se quedaría con ella. Ella insistió en que se fuera a su casa. Estaba segura, era solo una indisposición temporal. Ya se le pasaría al día siguiente.

Se besaron, pero ella no mantuvo sus labios sobre los suyos por mucho tiempo. Él comentó cómo su frente estaba caliente. Había un brillo febril en sus ojos. Decidió quedarse y no aceptaría un no por respuesta. Comieron allí sobras del día anterior. Hubo largas pausas, silencios dentro de las miradas. Él le había preguntado si había algún otro problema, porque había estado bien por la mañana. Pero ella dijo que no.

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora