Capítulo 25

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)

La pequeña furgoneta negra se balanceó y tambaleó mientras aceleraba por las calles empedradas. En la parte de atrás, Christian sintió como si fuera unos dados de póker a punto de ser tirados dentro del vaso. Una analogía apropiada, dado que no tenía idea de a dónde iban. Más o menos sabía el por qué y quién. Charles "Wag" McDonald, el jefe de los Chicos Elefante requería su presencia. Deseó que donde cayeran los dados, cayeran a su favor. El polvo llenaba la parte trasera de la camioneta, el aire se sentía cálido y seco en sus fosas nasales. La mirada de los tipos frente a él estaba en blanco, sin dejar pistas. Caras de póker. El rastro de una gota de sudor corrió por su sien.

"¿Todo bien muchachos?", Preguntó, mientras sonreía, en un intento por aligerar el estado de ánimo.

"Te sugiero que mantengas tu ingenio para más tarde, Plumas...", el tipo con su gorra muy calada, que ensombrecía sus ojos azul claro, murmuró entre dientes a Christian.

La mirada de Christian se congeló en la cara del matón, se convirtió en una pared de hielo, ocultando todos sus pensamientos detrás. Él ya sabía que este viaje no era bueno. Rose vino a su mente. La preocupación apareció. Mezclada con miedo. ¿Qué le diría a ella? Si pudiera y cuando pudiera escapar. Estaba casi seguro de que este viaje improvisado estaba relacionado con el hecho de que había decidido que el Cuervo dejara de aterrorizar por el robo de las cajas fuertes de las mansiones ricas y famosas de Londres. No más Plumas Negras le había dicho a Billy. Billy le había advertido, pero decidió ignorarlo. Sin embargo, "Wag" McDonald sabía cuándo atacar. Sabía cuándo era mejor deslizar la navaja. Justo en el maldito día de inauguración de su exposición. Cuando la gente notara que él había desaparecido. Cuando tendría que dar excusas. Cuando maximizaría su miedo. Ponerse del lado equivocado del "Wag" era algo serio.

El momento que eligió para retirarse de su vida secreta no podría haber sido peor. La guerra entre McDonald y sus Chicos Elefante que se habían puesto del lado de Billy Kimber contra ese psicópata Sabini, se estaba volviendo cada vez más violenta. Las apuestas sobre quién gobernaría Londres estaban más altas que nunca.

Billy Pike, de quien Christian se había hecho amigo en una noche invernal de borrachera en el Duque de Waterloo Road hacía un par de años, había sido uno de aquellos muchachos. Nació entonces Plumas Negras. Producto del atrevimiento empapado en alcohol y la ira por su verdadero padre aristócrata, el Cuervo abrió sus alas esa noche. Billy estaba intrigado. Aquí estaba este tipo que seguía comprando pintas para todos, obviamente no pertenecía a su vecindario, y definitivamente no había vivido sin comodidades en su vida, extravagante, ruidoso y loco de remate, habiéndose bebido la mitad del bar cuando maldijo a todos los bastardos ricos, enamorados de su dinero y diamantes. ¡Que les den a todos por el culo! había gritado. ¿No sería bueno si alguien pudiera hacerlos desaparecer? Christian le había susurrado al oído a Billy, como muestra de amistad.

"Eres un loco bastardo", había dicho Billy entre carcajadas. Le gustaba este tipo Christian.

"¡Muy cierto hombre!" Christian había gritado, golpeando su mano contra la mesa, haciendo saltar y tintinear los vasos de pintas. "¿Quieres ver lo loco bastardo que soy?", le había preguntado.

La gente miraba hacia aquel rincón con miradas divertidas, volviéndose lentamente por curiosidad. A Billy no le venía bien llamar la atención. Y tampoco a este pobre chiflado que no paraba de hablar de esta jodida arpía rica que lo dejó en la estacada por otro bastardo rico. Rodeó el cuello de Christian con el brazo y lo impulsó a avanzar hacia la puerta.

"Escucha Christian, amigo... ¿qué tal si salimos para que el aire frío sople en nuestra cara, eh?", le había preguntado.

Salieron en el momento en que la lluvia era casi horizontal, viajando a gran velocidad en la dirección del viento. La cara de Christian se puso seria, como si se hubiera vuelto sobrio en un minuto. Se estaban empapando.

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora