Capítulo 3

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)

La noche ya había caído. Una línea de halos borrosos de las lámparas de gas se extendió a su izquierda y derecha, mientras permanecía de pie en la parada del autobús, habiéndose bajado del que había abordado al azar, hacía media hora. Realmente no tenía ni idea de dónde estaba exactamente. Todo lo que sabía era que el conductor del autobús había gritado "Shoreditch", cuando decidió bajarse, y que ella estaba mirando una taberna al otro lado de la concurrida calle del viernes por la noche.

Parecía un lugar alegre, pensó, y cruzó la calle. Metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta entallada de esmoquin y sintió el papel doblado.

 Metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta entallada de esmoquin y sintió el papel doblado

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Audrey Perkins es una chica alocada. Siempre en busca de emociones improvisadas, se sugirió una búsqueda del tesoro, orquestadada y puesta en acción en menos de una hora. Cuando las cosas se pusieron aburridas en el club Kit Kat, se tramó el plan. La búsqueda del tesoro implicaría artículos relacionados con las artes. Ella se rio entre dientes en el momento en que empujó la puerta del "Aprendiz de Londres", el aire con sabor a cerveza, el olor a vinagre y calentado por el calor corporal de la multitud en su interior barrieron su rostro.

Veamos si hay un pintor aquí, pensó, sin contar con muchas posibilidades de encontrar uno, pero tenía que intentar algo. Ella se excusó mientras trataba de abrirse camino entre los hombres y mujeres, algunos bastante ebrios, que lo estaban pasando bien. Algunos le sonrieron y otros examinaron su apariencia con un brillo en los ojos. No muchas chicas usarían un traje de esmoquin, en su salida de un viernes por la noche. El sudor comenzó a humedecer la parte posterior de su cuello, haciendo que el cabello se le pegara en la piel.

Este fue uno de los momentos en que pensó que había sido una gran idea cortar esa masa salvaje de rizos rubios, que había tratado de domesticar con todo tipo de horquillas, cintas para el cabello, coletas, moños, todo lo que existiera lo había probado; su cabello, cuando lo tenía largo, tenía una loca voluntad propia para mantenerse ondulado y rizado. Aunque ahora, estaba cortado a la altura de la pequeña curva de su cuello, ese sudor había comenzado a molestarla y deseaba haberse puesto algo más ligero.

Sin embargo, una búsqueda era una búsqueda y, a juzgar por la mirada que muchos hombres le estaban lanzando allí, pensó que era prudente no quedarse demasiado tiempo en El Aprendriz de Londres. Sonidos de risas, charlas y música al mismo tiempo llenaban el pub, como el constante burbujeo de agua hirviendo en una olla. Se las arregló para llegar al bar, luciendo nerviosa, y con el rostro resplandeciente por una pátina de sudor. Se puso de puntillas en sus zapatos y le gritó al barman que quería media pinta de cerveza. Mientras esperaba se quitó la chaqueta y encendió un cigarrillo. Se sintió agradecida cuando apareció el barman con el vaso de cerveza porque tenía la garganta bastante seca. Consciente de que el tiempo pasaba, se tomó la cerveza de un golpe, le dio unas cuantas caladas a su cigarrillo y lo apagó en el cenicero que estaba en la barra del bar. Por el rabillo del ojo notó a un hombre a su derecha, mirándola. No reparó demasiado en él, a pesar de estar casi segura de que su mirada parecía bastante divertida con lo que estaba viendo.

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora