Capítulo 58

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)


Sintió el calor del sol de la mañana en su rostro, y la luz que se asomaba por la abertura de las cortinas, obligándola a abrir sus ojos. Se volvió hacia el otro lado y estiró el brazo, pero el lado de Christian estaba vacío. Sus ojos se posaron en la almohada en donde él se había apoyado. Había una hoja de papel doblada por la mitad. Esa visión la hizo sentarse en la cama, despertándose completamente, con su corazón latiendo rápidamente y de inmediato. Su cara se sentía sonrojada. Tomó la hoja y la abrió.

"Mi querida Rose,

Perdóname por no haber esperado a que despertaras. Te veías tan tranquila que no tuve el corazón... Y tal vez quería mantener esta imagen tuya conmigo mientras esté lejos.

Mi Rosa Escarlata...

Te amaba y aún lo hago. Pero no tengo la pieza que le falta a tu corazón y que buscas. Alguien más lo tiene, y yo lo sabía incluso antes de que él apareciera. No lo dejes ir sin decírselo. En cuanto a mí, no me arrepiento de nada y viviría estos meses contigo una y otra vez, aun sabiendo el final.

En este momento, necesito recuperar mi vida. No te preocupes. Nunca rompería una promesa que te hice.

Tendré cuidado.

Con todo mi amor

Christian"

Apenas llegó al final de la carta, sin que las palabras se borraran por las lágrimas que corrían por sus mejillas sin control. Volvió los ojos a la almohada de Christian. Se acercó y ocultó la cara en el hueco donde él había descansado su cabeza. Aspiró su olor. Jabón y tabaco. Él se había ido y ella no se sentía preparada para que lo hubiera hecho de una manera tan abrupta y repentina. Incluso si su corazón pertenecía a Terry, también amaba a Christian. El darse cuenta de que él se había ido se tradujo en un dolor que se extendió dentro de ella, llenándola por completo. Tomó su almohada entre sus brazos y apoyó la cabeza en ella. Como si se hubiera recostado sobre su pecho cuando él la abrazaba. Acurrucó su cuerpo y se quedó allí sollozando un rato, hasta que se volvió a dormir.

Cuando abrió los ojos, debía haber pasado del mediodía. No tenía ganas de levantarse, pero tenía que hacerlo. Necesitaba volver a su casa. Encontró que era casi imposible quedarse allí rodeada de sus cosas, su presencia estaba dondequiera que mirara. Tiró la bata de seda sobre su cuerpo desnudo. Su cabeza retumbaba.

Se habían desvestido y se habían acostado debajo de las sábanas, con él abrazándola, sin dejarla ir. No quería dejarla ir. Recordaron los buenos tiempos. Se dieron tiernos besos, con los dedos entrelazados. Ella amaba la sensación de su piel contra la de ella. Cómo se flexionaban los músculos de su cuerpo cuando él se movía.

Su corazón revoloteó como una mariposa dentro de su pecho. Caminó hacia la ventana abierta, abrió completamente las cortinas. Las calles estaban más tranquilas que de costumbre por ser domingo. Fue al baño. Necesitaba echarse un poco de agua en la cara. El agua fría fue bienvenida por su piel. Todo lo demás seguía siendo pesado. Sus pensamientos, su corazón, sus movimientos. Solo para funcionar al nivel más básico en ese momento requería un enorme esfuerzo por su parte.

Y entonces él se había puesto serio.

Ella miró hacia atrás dentro de su dormitorio. La caja con sus cosas, la que ella había descubierto anteriormente, estaba abierta en el suelo. Se acercó.

Lo había sacado a relucir en algún momento. Él pensó que tenían la noche por delante, pero se había equivocado. La tenue luz del nuevo día había comenzado a romper la oscuridad de la noche. Él quería decirle tantas cosas y el tiempo se acababa. "Cosas de mi infancia". había dicho mientras abría la caja. "Y algunas otras que tienen importancia para mí".

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora