Capítulo 69

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)


Era viernes y los oficiales de policía dirían que cada día que había pasado, desde la mañana del lunes, había logrado robarle poco a poco la paciencia a su oficial superior. No había nada en el comportamiento del detective Shaw que pudiera persuadir a nadie en la estación de policía de lo contrario.

El exterior calmado que mostraba cada mañana era fino como pergamino y mostraba la fragilidad de cáscaras de huevo. Las cejas en su cara estaban en posición fruncida de manera permanente, y la tormenta inminente que profesaban se manifestaba en ataques de ira, movimientos bruscos, y torrentes de improperios, y tantos de ellos que había agotado muchas veces el tesauro de blasfemias al final de la semana.

En ese momento ya era evidente que la carta de Christian Blake, que había recibido el lunes, había tenido un efecto sobre él, que por razones solo conocidas por el mismo Robert hacían que se desmoronara de una manera lenta pero constante. Él no había revelado el contenido de la carta. Y los oficiales apostaban sobre en qué consistiría lo que el hombre le había escrito, que había causado que su jefe perdiera su actitud normalmente serena, la que le había permitido hacerse cargo de tantas operaciones que habían concluido satisfactoriamente (para la policía), y le había valido muchos elogios y la admiración de sus colegas.

Lo que sí sabían era que Christian había desaparecido. A pesar de haber enviado una notificación a todas las estaciones de policía del centro de Londres y los alrededores, acompañada de una foto suya tomada en la Galería Whitechapel, nadie había respondido, ni nadie lo había visto. Ni un alma. ¡Era imperativo, si no crucial para este hombre el ser encontrado y que lo llevaran ante el agente detective Robert Shaw, para interrogarlo sobre su relación con El Cuervo! La sola mención del famoso ladrón de Londres en la misma oración con el nombre de Christian Blake hacía que muchas cejas se elevaran. ¿Cuál era la conexión entre ellos? Nadie sabía, ya que Robert escondía bien sus cartas.

En el lenguaje de las novelas de misterio, la trama que rodeaba la desaparición de Christian Blake se engrosaba aún más, cuando los oficiales de policía se dieron cuenta que todos aquellos cercanos a Christian Blake también habían desaparecido. Su novia no se encontraba por ninguna parte. Las mejores amigas de ella no tenían la menor idea de donde podría estar tampoco. El actor británico de la compañía de teatro, también estaba desaparecido. Aparentemente, según el director del teatro, Terrence Graham había tomado un descanso para visitar a su familia y descansar. Él era solamente el reemplazo del señor Barrymore, y sí, no era necesario que estuviera en las siguientes dos semanas.

Robert Shaw estaba que explotaba de furia. No solo por las simultáneas desapariciones de estas tres personas, que él ya sabía eran parte de este triángulo amoroso del cual se había enterado por la reveladora, pero sincera, declaración del señor Graham en el hospital. Y le era muy sospechoso, por decir lo menos, porque desconfiaba intensamente en la coincidente desaparición de estas tres personas de la faz de la tierra.

La desaparición de Alice Diamond fue la que hizo que su mal humor se pasara de la línea roja. Lo desconcertó la incertidumbre de en dónde podría estar. Pero dado lo que había ocurrido hasta ese momento, y la notable ausencia de ella de los mercados, indicaba que de alguna manera todos los hechos estuvieran conectados. Tenían que estarlo. Se había aprendido la carta de Christian de memoria por las muchas veces que la había leído; al principio no le creyó, pero después cuando pensó con mente fría en todo lo que Christian le había revelado (y que le había sorprendido al leerlo en la primera lectura), le encontró más sentido cuanto más pensaba en ello. A pesar de eso, muchas preguntas surgían de esta carta, las que nadaban en su mente. Tantas, hasta el punto de que Robert Shaw estaba tratando de llegar al final de este caso como si atravesara una niebla tan espesa que pudiera cortarse con una navaja.

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora